El 16 de Noviembre de 1939 fué fusilado Timoteo Mendieta; efectivamente, la guerra civil había finalizado -formalmente- seis meses antes, pero sólo para media España, la otra media seguiría desangrándose por muchos años, no sin antes padecer hambre, maltrato y persecución de todo tipo. Ya lo había anunciado así el encargado de la trituradora, Franco, cuando al comienzo de la guerra civil y en una famosa entrevista, sonrío fríamente ante la pregunta-afirmación de Jay Allen tendrá que fusilar a media España para asegurar poco enigmáticamente: cueste lo que cueste. Costara lo que costara a la otra España, evidentemente, a la que él se sentía con derecho a eliminar, preferiblemente de forma radical e irreversible. Entre los que pagaron lo que costó -la vida- el ser leal al régimen legalmente constituído, la República, estuvo Timoteo Mendieta Alcalá, fusilado por el delito de ser Secretario General de la Unión General de
Trabajadores (UGT) del pueblo en el que nació, Sacedón (Guadalajara).
Su hija, Asunción Mendieta que contaba con 13 años cuando fusilaron a su padre, ha podido finalmente -tras casi ochenta años- hacer realidad su deseo de toda la vida, la recuperación de los restos de su padre, enterrados desde entonces en una fosa común.
Los trabajos -y las trabas legales- que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha debido acometer y superar para lograr esa recuperación de los restos de Timoteo Mendieta se han financiado, en parte, gracias a la aportación de un sindicato noruego de electricistas (ELOGIT), que entre 2014 y 2017 ha donado un total de 50.000 euros para ese fin, directamente del bolsillo de sus 30.000 afiliados. Mientras, el presidente del gobierno de éste país, Mariano Rajoy, alardea de haber destinado 0 euros a la ARMH porque dice no tener claro que puede hacer el gobierno en éste asunto; al parecer tampoco conoce lo ocurrido durante la guerra civil y con posterioridad en éste país; debe ser el único que no sabe que existen más de 100.000 españoles aún malenterrados en cunetas y fosas comunes, algo que al constituir presuntamente pruebas de delitos de lesa humanidad debería haber sido hace mucho tiempo investigado, de oficio, por la Justicia de éste país.
Por cierto, durante la exhumación de los restos de la fosas, representantes del mencionado sindicato noruego de electricistas se acercaron para ofrecer unas rosas en recuerdo de Mendieta y de las 50 personas igualmente fusiladas y enterradas entonces. Ningún alto representante de la UGT se acercó al cementerio,
siendo así que la mayoría de los fusilados de la fosa tenían esa
filiación sindical.
Se me ha presentado una clara ocasión para sentir, de nuevo, vergüenza por este país; vergüenza que ni siquiera puedo paliar apellidándola ajena, soy español, aunque en ocasiones como éstas preferiría no serlo.
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