martes, 1 de mayo de 2018

Anormalidades

Es una más de las anormalidades de esta democracia en la que vivimos, la persistencia de un título nobiliario tan poco demócratico que lleva el inequívoco título del dictador del régimen anterior: ducado de Franco. Y es difícil que, como ha solicitado IU al actual Jefe del Estado -y rey-, éste acceda a eliminarlo, ya que la propia institución monárquica y el cargo que él mismo ostenta se deben a la decisión del dictador de nombrar a su padre como sucesor en la jefatura del Estado; en las propias palabras y definición de Franco, la instauración -que no restauración- de un Rey-dictador: sapo que se tragó casi sin toser el régimen de la Transición (de la transición formal a algo que se pareciera a una democracia).
También desde el PSOE se ha solicitado recientemente  la supresión de ese título nobiliario para higienizar la democracia del siglo XXI, dado que promociona un apellido asociado a la dictadura franquista; y es que, en el PSOE, suelen caerse del caballo iluminados por el divino rayo de la verdad, únicamente cuando se encuentran en la oposición, al parecer, cuando ocupan el gobierno, la venda de la razón de Estado -que tiene usos múltiples- les tapa no sólo los ojos, también las narices.
Pero no es la mencionada la única -ni la más grave- anormalidad de nuestra democracia: en ninguna otra cabría ignorar,  sin ser investigado de oficio por parte de la Justicia, el hecho de que más de cien mil desparecidos hace más de tres cuartos de siglo, continúen en esa situación -en el limbo de la memoria- cuando existen datos fehacientes de que están enterrados en cunetas y fosas comunes, como animales. En ninguna otra democracia cabría tampoco la persistencia de símbolos y monumentos representativos de una dictadura fruto de una sublevación militar contra un régimen político legal y democráticamente -éste sí-  constituído.
Seguramente aún España es diferente, pero en la mayoría de las ocasiones, para peor.

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