miércoles, 6 de septiembre de 2017

Cataluña, again, forever.

En el pulso sin sentido que supone desde hace ya tiempo la relación política entre Cataluña y España, creo que la posición más patética -aunque los independentistas catalanes también hacen méritos (*) casi a diario- corresponde últimamente al gobierno central. Si hace unos días era el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, el que aseguraba que con toda seguridad, no va a haber referéndum porque no hay presupuesto basándose en que el Gobierno catalán ha certificado a Hacienda que no ha destinado ninguna partida a la consulta, hoy es la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáez, la que informa de que el gobierno tiene previstas medidas que es mejor que queden a buen recaudo, pero sí ha querido abundar en que son muchas y se irán aplicando paso a paso. Y ha advertido de que si se tuvieran urnas, ya se encargarían las autoridades correspondientes de impedir que se pusieran.
Y digo patética porque ambas declaraciones me sugieren la postura de unos padres desesperados ante la recalcitrante contestación de un  hijo adolescente: todo el que sea padre sabrá que los hijos de esa edad son de trato difícil, pero cualquier asesor aconsejará el diálogo como única solución a largo plazo; lo que seguro que nunca ha sido solución para reconducir a lo posible -al mundo real- las posturas maximalistas que son inherentes al crecimiento personal de los adolescentes -incluyendo matar al padre, generalmente de forma figurada- es reducir las respuestas a cortar la paga para gastos (ni un duro -euro- más, que me cuesta mucho ganarlo) y/o amenazar con medidas coactivas secretas (te vas a enterar tú): de hecho, en esas ocasiones la falta de diálogo y la imposición suele ser un acicate para que el adolescente prosiga con su lucha, y que seguramente ante una situación difícil se vea tentado a buscar atajos que podrían resultar dañinos para todos.
Siento que no se me haya ocurrido un símil más elevado y trascedente, políticamente hablando -y que, con seguridad, a quienes desempeñan tanto el rol de padre como de  hijo, éste les parezca una simplicidad y no se reconozcan en ellos- pero la inteligencia y habilidad de los conductores de ambos trenes, supuestamente en trance de colisión, no me sugiere mucho más. Y es que recuerdo recurrentemente uno de los últimos lapsus de  Rajoy explicando he ido a Cataluña y a otros países extranjeros como aceptando internamente que un hijo se le vá de casa (y al que sólo se le ha ocurrido amenzarle con la fría bofetada del que, supuestamente,  aún puede darla, sin más). 
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(*) ...tremendo Coscubiela, como Unamuno:...venceréis pero no convenceréis... 

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