Hace menos de un año -tras cuatro en prisión- se denegó la petición de libertad provisional a Gerado Díaz Ferrán al apreciar la Junta de Tratamiento de la cárcel de Soto del Real y el fiscal un pronóstico de reincidencia delictiva
medio-alto. El fiscal, en concreto, destacaba factores de inadaptación del señor Díaz-Ferrán y que su edad no era óbice para reincidir en el mismo tipo de delito, de cuello blanco, que no
requiere de una especial energía física. Y también que el malestar que presenta se reduce, de manera
egoísta, a las consecuencias negativas que el delito ha tenido para sí
mismo y para su familia.
Medio año después -el pasado mes de Febrero- y parece que escarmentado en las formas -pero creo que no en el fondo- dirigió el expresidente de la CEOE un escrito al juzgado que entiende de su caso, en el que manifiesta sentirse completamente arrepentido por los daños causados a los afectados -a muchos dejó sin trabajo y debiéndoles bastantes meses de sueldo- y a quienes pide perdón encarecidamente. Convendría recordar, tras ésta manifestación de arrepentimiento, que el señor Díaz Ferrán no ha hecho frente a las responsabilidades civiles a las que ha sido condenado debido a su situación de insolvencia; esto es, poco se ha reintegrado a los afectados de sus diversas actividades empresariales, ya fueran trabajadores o clientes (por ejemplo, Gerardo Díaz Ferrán reconoció el año pasado ante la Audiencia Nacional su responsabilidad directa en la apropiación indebida de 4,4 millones de euros de miles de clientes, que abonaron sus viajes pero no pudieron realizarlos).
Pese a ello, el señor Díaz Ferrán asegura su rehabilitación y su propósito de acatar y respetar las normas establecidas; dice haber comprendido que no hay nada que pueda remplazar la libertad y
el estar a la lado de la familia. Pues para qué más: en el auto del pasado día 19 de Junio el juez indica que el señor Díaz Ferrán cumple los requisitos legales para obtener permisos penitenciarios de hasta siete días de duración cuya finalidad es la
preparación para la vida en libertad; han debido cambiar radicalmente en menos de un año los considerandos relativos a su situación y su condena.
Que, en todo caso, y dado que es insolvente, ¿no sería mejor que se quedara en la cárcel todo el tiempo posible -ya ha cumplido más de la mitad de la condena- para no suponer una carga para su familia? Podría continuar, como ha expresado en su escrito de petición de libertad con su camino de reconstrucción personal donde lo más difícil ha sido
recapacitar por el dolor causado a las personas y familias afectadas; creo que la cárcel es mucho mejor escenario para esa recapacitación. Y más barato.
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