miércoles, 21 de junio de 2017

Espejito, espejito...

Si perdemos el periodismo, perderemos la democracia; el director de EL PAÍS, Antonio Caño, defiende la información de calidad en la era de la posverdad, aseguran los titulares de El País. Pormenoriza después el señor Caño alertando del riesgo de que el buen periodismo desaparezca y acabe engullido por una corriente que está en plena efervescencia: la posverdad o el relato que pretende negar los hechos y recrear la realidad. Tradicionalmente, a esto se le ha llamado manipulación. Y el señor Caño ha puesto ejemplos concretos y nos ha descubierto a los responsables: es el nuevo fenómeno de la posverdad —también bautizada como hechos alternativos por los responsables de comunicación de la Casa Blanca—, cuya principal seña de identidad es que todo es relativo y depende del color ideológico con el que se mire y el propósito que se busque con su difusión. Añadió a los responsables de comunicación de la Casa Blanca los de Podemos, tanto o más malignos, sectarios y posverdaderos que los primeros, para finalizar lamentando que el periodismo de calidad y la libertad de expresión estén amenazadas porque algunos políticos han descubierto que quizá la nueva política se puede hacer mejor y con mucho más éxito sin periodismo exigente, y porque algunos políticos prefieren periódicos que les den la razón y no los sometan a la investigación y la crítica.
Juraría que todo el texto de esa lección magistral que leyó en San Sebastián para inaugurar los XXXVI Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco se le ocurrió por la mañana, de corrido, mientras se miraba al espejo para afeitarse. Lástima que al ser él el conferenciante no haya podido ser oyente aunque no creo que haya sido problema, es de los que se escucha: parece que la lección la hubieran escrito para sus oídos.

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