En nuestro idioma, el prefijo extra significa tanto fuera de como sumamente, por ello cuando el señor Bárcenas ha declarado ante el tribunal que él, durante su etapa como tesorero del Partido Popular, llevaba una contabilidad extracontable -los conocidos como papeles de Bárcenas- nos quedamos sin saber si se refería a una contabilidad extra-oficial -o sea, una contabilidad B, expresión que parecía querer evitar- o bien a una contabilidad buenísma, extra-ordinaria, el depurado culmen de todas las contabilidades. Que, teniendo en cuenta el tiempo que, al parecer, el señor Bárcenas lleva estudiando su caso y preparando su defensa, bien puede ser que haya elegido inventar esa nueva palabra sintetizando ambas acepciones: extracontable, -o sea, más allá de la contabilidad- como forma de descolocar a jueces y fiscales con ese nuevo concepto en el campo de la administración de los dineros y su aplicación a la tipificación de delitos monetarios; ¿si la contabilidad era extracontable; el juicio debería ser extrajudicial?, ¿no resultaría, más bien, que el único que podría juzgar una contabilidad tan excelente y extra-ordinaria sería únicamente Dios, o la Iglesia católica, al menos? Sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de donaciones voluntarias de empresarios sin cárácter finalista, o sea, obras de caridad pura.
¡¡Extra, extra!!, gritaban antaño los voceadores de prensa -otro oficio a extinguir, si no ya extinguido- cuando con habilidad pasmosa, simultáneamente llevaban los periódicos bajo el brazo, los repartían y cobraban. No menos habilidad ha pretendido desplegar el señor Bárcenas en su extra-defensa. Mientras tanto, otros encausados del juicio Gürtel a lo suyo: Correa ojo avizor, como ave rapaz, Crespo doctoral tomando apuntes de todo y Alvaro Pérez el Bigotes contando chistes a secretarias y abogados. Deberíamos exportar -y cobrar- por el espectáculo; para el esperpento pocos como éste país.
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