Llevo ya tiempo intrigado por la(s) posible(s) causa(s) de las sonrisa(s) de los políticos, o, mejor dicho, en los políticos, ya que parece que el espíritu de la felicidad habite en ellos de forma permanente. Así es; ¿quién no se preguntó porqué sonreían Pedro Sánchez y Mariano Rajoy cuando éste último tuvo el gesto -malo- de evitar darle la mano al primero en la corta entrevista en la que aquél le transmitió su negativa a apoyar un gobierno del PP?, ¿quién no siente curiosidad por conocer el chiste que Moreno Bonilla acaba de contar a Susana Díaz -o viceversa- en la foto adjunta?, ¿están celebrando -por anticipado- el buen fin del dificultoso Pacto de No Agresión entre Rajoy (¿Hitler?) y Fernández (¿Stalin?) para el reparto de España (¿Polonia?)?; por lo pronto, Moreno (¿Ribbentrop?) ya ha explicado que el PP había decidido retirar los tanques para facilitar las cosas a Díaz (¿Molotov?).
Aunque, seguramente, algunos de los que lean ésto ya habrán llegado a una conclusión hace tiempo y sin tanto gasto en palabras: los políticos -en general- se ríen de todos nosotros; en la película Sonrisas y Lágrimas que vivimos a diario se vé que la primera parte se la han adjudicado al completo a los políticos y la segunda a la ciudadanía.
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