No; no es suficiente enhebrar obviedades sin enredarse para que el discurso del actual Jefe del Estado dirigido a la Nación pudiera considerarse un proyecto de guión para la necesaria actuación política en España. Si España, españoles, entendimiento, convivencia, diálogo, compromiso, juntos, voluntad, pueblo, plural, Constitución, historia, hoy y futuro han sido las palabras y conceptos más repetidos en él, es ensordecedor el silencio -o paso de puntillas- producido al omitir referencias a la desigualdad, el paro y la corrupción, por citar sólo tres aspectos de los que constituyen la realidad actual del país y a los cuales no se refirió Felipe VI en su discurso; claro está que no son palabras y conceptos positivos, pero es necesario afrontar su realidad si no queremos que un discurso quede reducido a buenismo vacío de contenido: ¿que España es ésta en la que los españoles no pueden vivir ni trabajar y de la que han de emigrar?, ¿que entendimiento, convivencia y compromiso puede esperarse de unos ciudadanos en paro por la imposición de un capitalismo sin cortapisas?, ¿cual es el valor de una Constitución que no consigue garantizar ni la voluntad del pueblo, ni el trabajo hoy de más de la mitad de los jóvenes, impidiéndoles un futuro?. Parece que, con las mismas palabras, podría construirse otro discurso que, partiendo de la realidad, propusiera su transformación.
Es posible que éste rey no necesite de un logopeda como Jorge VI -o como su padre, Juan Carlos I- pero si sólo va a ejercer de cuentacuentos podría ahorrarse -y ahorrarnos- el trabajo. De un jefe de Estado es esperable algo más que bellas palabras desde el gran salón de un palacio que recuerda la historia de una dinastía -la que media entre el anterior Felipe y él mismo- no muy gloriosa de Carlos IV acá.
Es posible que éste rey no necesite de un logopeda como Jorge VI -o como su padre, Juan Carlos I- pero si sólo va a ejercer de cuentacuentos podría ahorrarse -y ahorrarnos- el trabajo. De un jefe de Estado es esperable algo más que bellas palabras desde el gran salón de un palacio que recuerda la historia de una dinastía -la que media entre el anterior Felipe y él mismo- no muy gloriosa de Carlos IV acá.
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