I.
Aunque el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, considera que el cardenal obispo Antonio Cañizares, como eminente
representante de la Iglesia participa del principio de
misericordia con los más débiles y en concreto con los refugiados, el propio Cañizares ha alertado sobre una invasión de inmigrantes y ha abundado en que no todos -según él, muy pocos- son perseguidos y que, además, no todos son trigo limpio; añadiendo no dejemos pasar todo (a todos, supongo) y que hay que ver quién está detrás de todo eso.
Que parece que se han intercambiado los papeles: el señor ministro del
Interior proclamando la misericordia ecuménica de la Iglesia y el señor obispo ejerciendo de
inquisidor policial, sospechando incluso, que los refugiados puedan constituir un nuevo caballo de Troya para Europa (con el vientre lleno de más refugiados, tipo patera, quizá).
Sobre la corrupción, aprovechó monseñor para recordarnos -cualquier tema se lo sugiere- que el aborto es la principal corrupción de todas (!!) y que se acepta con toda normalidad, reprochando a Rajoy por no cumplir con lo que había defendido en campaña sobre la protección de la vida humana al sancionar la ley impulsada por
Zapatero.
Finalizó el arzobispo su intervención en el Fórum Europa-Tribuna Mediterránea (no, no ha dicho todo lo anterior desde el púlpito de una iglesia) reafirmándose: Me podrán tachar de integrista o de lo que quieran; no me importa, ante todo, soy libre. No sé si piensa que a los demás también nos debería estar permitido ese lujo; más que nada para poder informarle de que es cierto que libertad gasta bastante, pero misericordia cristiana parece utilizar poquísima; será que se la cede humildemente a otros miembros de la Iglesia menos eminentes.
II.
A raiz de la contestación que han obtenido las comentadas declaraciones (I) sobre los inmigrantes del arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, éste ha tenido a bien emitir un comunicado para con toda sinceridad y de buen grado, pedir perdón a los refugiados, perseguidos y emigrantes venidos a España. No hubiera estado mal dejarlo ahí, pero tras sucesivos argumentos en los que monseñor intenta demostrar lo buenísima -excelente, casi- que siempre ha sido su disposición respecto a los inmigrantes, desfavorecidos y pobres en general, su identificación (en comunión plenísima con el Papa Francisco y en total comunión y sintonía con la Conferencia Episcopal) con la jerarquía de la Iglesia y su preocupación por la identidad y la historia de Europa y de España, viene a quejarse: me ha dolido algunas cosas que han dicho de mí, sin fundamento alguno, y hasta a considerarse víctima de un linchamiento mediático, algo de lo que, finalmente (aunque casi condicionalmente), nos perdona: olvido todo, y no tengo en cuenta para nada lo sucedido; simple y sencillamente insisto en pedir prudencia, espero reciprocidad y lealtad. Que ya que pide reprocidad, por mi parte yo le pediría, igualmente, prudencia a la hora de manifestar sus opiniones; en fin, que sea algo menos libre.
Parece que su dedicación a los pobres y su preocupación por España no le han permitido -esta vez- expresar su opinión respecto al aborto.