viernes, 23 de octubre de 2015

En negro

El sociólogo Alejandro Portes, profesor en la universidad de Princeton y reconocido como experto en economía "B" -su publicación de 2005 en colaboración con William Haller se titula The Informal Economy; informal parece menos clandestina que sumergida- lo explica brevemente: la economía sumergida permite a un gran porcentaje de la población sobrevivir gracias a los ingresos obtenidos en esas precarias condiciones, y abarata el acceso a una serie de bienes y servicios al resto de la población pero, al mismo tiempo, supone una importante pérdida de ingresos para cualquier estado y es propia de países poco desarrollados, de tal forma que podríamos medir el grado de desarrollo de un país por la economía sumergida que permite; pero es que, además, impide a los gobiernos actuar sobre variables económicas, ya que gran parte de la economía de ese país, sobre ser desconocida, está fuera de los circuitos económicos convencionales.  Y esa es, desde hace tiempo, la realidad cotidiana vigente en éste país.
Por ello sorprende tanto que a raíz del reconocimiento por parte de Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (Ciudadanos) de haber pagado y/o cobrado en negro,  dirigentes de los partidos dinásticos  (PP y PSOE) se hayan rasgado las vestiduras respecto a que figuras políticas públicas admitan haber incurrido en esas actuaciones irregulares;  que nada les he oído comentar a los mismos que ya llevan la ropa hecha jirones -metafóricos, naturalmente- sobre la situación de necesidad de aquellos que se ven obligados a trabajar en negro con lo que eso supone de inseguridad y precariedad incluso más allá de lo que permite la legislación laboral vigente; supongo que no creerán que lo hacen por deporte.
Y no será ocioso recordar, una vez más, que la gran bolsa de fraude fiscal en España no está en la economía sumergida -con todo y ser importante- si no en la que practican con todo lujo de asesorías, ayudas y posibilidades -legales e ilegales- las grandes empresas y las grandes fortunas: el gran capital, no el ciudadano de a pie (que para muchos, mantenerse en pie -desde el punto de vista económico- ya es todo un logro).

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