En varios clarificadores artículos en El
País, Manuel Sanchís -profesor de Economía Aplicada
de la Universidad de Valencia- ha reiterado las claves de
la crisis económica mundial en Europa, comenzando por la inicial: la
voluntad meramente política de tener una moneda única, el euro, de difícil o
imposible implementación práctica bajo las circunstancias actuales,
asegurando que los ajustes necesarios para el adecuado funcionamiento
económico en Europa requerirían de un presupuesto común mínimo,
incluyendo transferencias interregionales de fondos, no para subsidiar
rentas, sino para igualar las condiciones de producción. Conviene saber
que, con cifras de 2008, el salario medio bruto de un trabajador alemán
es el doble que el de un español, cuatro veces más que el de un húngaro y
ocho veces mayor que el de un rumano. También ha reiterado Sanchís que
Alemania, que no hizo nada por asegurar los requisitos a
que obliga una unión monetaria real -y que hoy sigue sin hacer nada al
respecto- prefiere que los necesarios ajustes económicos se hagan en
los países periféricos, cuando el origen de muchos de los males que hoy
se padecen en ellos provienen de unas políticas de reactivación
económica en Alemania de hace unos diez años, consistentes
en inundar de liquidez a los demás, alimentando tanto las burbujas
inmobiliarias en España e Irlanda como el gasto incontrolado en Grecia y
Portugal -por ejemplo- sobreendeudándose tanto los Estados de estos
países como sus ciudadanos, para los que, a día de hoy, parece que la
única solución es la misma que la adoptada por nuestros padres y
abuelos: emigrar a Alemania.
Podríamos recordar que, cuando se produjo la reunificación alemana en
1990, tras la caída del Muro de Berlín, el salario medio de un
trabajador de la República Democrática Alemana apenas era el 20% de uno
en la República Federal Alemana; la RFA asumió la carga de la
integración de todos los alemanes, para lo que hizo que el Bundesbank
estableciera un tipo de cambio aplicado a las compañías
germano-orientales para el pago de sus deudas en una relación de 1:2 de
sus respectivas monedas. Y que el entonces ministro del Interior alemán,
Wolfgang Schäuble -que, casualmente, hoy es ministro federal alemán de
Finanzas- acordó la
inclusión de todos los habitantes de la RDA como alemanes de pleno
derecho en la RFA, para evitar un exodo migratorio entre ambos países.
Sería una solución: convertir a todos los europeos en alemanes; al
menos se evitaría la saturación del territorio alemán. Podría
proponérselo el señor Rajoy a la señora Merkel, para ver cual es su
disposición al respecto.
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