jueves, 7 de febrero de 2013

Renovación política

En la reciente historia política de éste país -referirme a ella como democracia pudiera resultar exagerado- las elecciones generales siempre las ha perdido el partido gobernante, no las ha ganado la oposición. Las perdió la UCD al desintegrarse en 1982, las perdió el PSOE en 1996 por su proliferante corrupción, las perdió el PP en 2004 por su nefasta gestión del 11-M y las perdió de nuevo el PSOE en 2012 por su incapacidad ante la crisis económica que nos envuelve. Naturalmente, las causas son más y también más complejas, pero el hecho de que las perdiera el gobierno y no las ganara la oposición subsiste y, siendo normal en cualquier lugar que el ejercicio del poder desgaste, aquí es que los gobiernos ya parecen desgastados al llegar. Esto tiene una consecuencia que afecta directamente a la calidad de nuestra pretendida democracia: no importa lo incapaz que se demuestre la oposición, no tiene más que esperar, como en el proverbio árabe, a ver pasar por su puerta el ataúd del adversario para ascender al poder. En definitiva, ésta reedición del sistema de alternancia política bipartidista de la Restauración -monarquía incluída- denota síntomas inequívocos de agotamiento, comenzando por lo invasivas que se muestran la corrupción y la ineficacia a todos los niveles, al igual que ya lo mostrara -y con los mismos síntomas- hace un siglo el modelo imitado. Es urgente la renovación del propio sistema; aprendamos de la historia.

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