Hace relativamente poco tiempo aunque parezca una eternidad -tres o cuatro años- cuando aquí no sabíamos si teníamos crisis o no, cuando se nos aseguraba que teníamos uno de los sistemas financieros más sólidos de occidente, cuando estábamos a punto se superar el PIB de Italia y Francia, ya entonces, Santiago Carrillo aseguró que un modo de enfrentar lo que se nos venía encima era nacionalizar la banca, de igual modo que manifestaba que una institución como el Tribunal Constitucional, que creaba más problemas de los que resolvía, lo sensato sería suprimirlo.
Ví ayer una entrevista de Iñaki Gabilondo a Jose Luis Sampredro, quien desde sus más de noventa años de edad pero con una mente despierta y brillante -como Carrillo- y desde sus sólidos conocimientos en economía, desgranaba la larga lista de despropósitos a los que a diario nos somete la clase política mundial a instigación directa de los mercados -que no es más que otro nombre de la banca y el gran capital de siempre- procurando convencernos de que los recortes en los servicios públicos y la pérdida de derechos son las únicas soluciones posibles, sin alternativas. Es esa misma clase política, la que no dudaría en adjetivar a Carrillo y Sampedro como "comunista nostálgico" e "iluso" respectivamente, la que nos está llevando al matadero de igual manera que los nazis llevaron mansamente al exterminio a millones de judíos. Y son las razones firmemente fundadas y basadas en la experiencia de Carrillo o Sampedro las que contribuyen a mantener la esperanza en que es posible un mundo distinto al que hoy nos propone la clase política.
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