No sé si hoy, a comienzos de 2018, alguien recuerda que sólo hace unos meses existía un nuevo PSOE con un Lázaro/Pedro Sánchez a la cabeza dispuesto a todo con tal de mantener vivas las esencias del bipartidismo de éstos últimos cuarenta años; pero, ¿que ha sido de Pedro Sánchez y del nuevo PSOE, a día de hoy?; ya se ha señalado que aquél cuyo empeño en votar NO a la investidura de Rajoy hace más de un año le costó su puesto como secretario general del PSOE, después de sus restitución en el puesto se ha abstenido -o ha apoyado, directamente- la mayoría de las decisiones políticas de relevancia del PP: pese a que no hace mucho el PSOE aseguraba ser la izquierda, lo cierto es que el acuerdo con una parte importante de ella, Podemos, se ha ido haciendo más improbable conforme la crisis institucional en Cataluña evolucionaba hasta llegar a la aplicación del artículo 155 de la Constitución, verdadera criba clarificadora de las posturas de unos y otros: a rebufo de una ola de españolismo barato -o baratario- basado en soflamas viscerales propias de la derecha de siempre pero que supuestamente le reporta al PSOE los votos de la izquierda según el esquema bipartidista, éste partido ha acabado encontrando más y más angosto el espacio político que el PP le ha reservado pero sin ser capaz de ampliarlo por sus propios medios: ya muy pocos siguen creyendo que el PSOE sea la izquierda, y ni siquiera de izquierdas.
En resumen, ahora que Ciudadanos se postula claramente como heredero de los dominios del PP -no sé si alguien creyó realmente alguna vez que sus políticas se basaban en la socialdemocracia, antes de su renuncia formal a esa ideología- y que el verdadero objetivo del PSOE es sobrevivir al empuje de Podemos por la izquierda, ésto nos ha conducido a un esquema bipartidista duplicado -parece que aquí con más de dos alternativas nos perdemos- en el cual a izquierda y derecha tenemos a un titular y un suplente que espera -la únicas incógnitas son para cuando y si será simultáneo para ambos suplentes- relevar al titular. Pero ésta transición -que sería deseable que tuviera algo más de contenido que la anterior- no parece que vaya a ser ni breve ni apacible. Y lo mismo ni llega a producirse -con los suplentes pudriéndose en la espera- y nos vemos todos imperativamente reconducidos a estirar la del 78 aún con todas las trampas que contenía -más que una película de chinos- a la vista de todos, lo que haría que la situación fuera aún más dolorosa e insoportable. ¡Feliz 2016! ya no parece una ocurrencia mariana.
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