Hace poco reflexionaba sobre el tiempo y su efecto en todos nosostros pero, especialmente, en los cambios dramáticos que puede producir en los políticos considerando su relación con el poder; no hace ni quince años, Rodrigo Rato o Francisco Alvarez Cascos, por ejemplo, paseaban su poderío por España, uno desde el gobierno y otro desde el PP, hoy semejan boxeadores sonados que en muchos casos no son conscientes de su propio derrumbe y prosiguen con su actitud altanera, cuando no bravucona, pese a todo.
Pero igual de dramático que el declive de poder de los que en su día fueron, puede llegar a ser el deterioro de unas relaciones supuestamente personales y de amistad que con el tiempo se muestran como lo que en realidad eran: de poder e interés personal; recordar las conversaciones que en su día conocimos entre Alvaro Pérez El Bigotes y Francisco Camps como presidente de la Comunidad Valenciana, que entonces produjeron mayormente verguenza ajena -con aquello de amiguito del alma- hoy, con el Bigotes reconociendo que su amiguito era en realidad un cobrador de tipo mafioso que le extorsionaba, produce un poco de pena; sentimiento éste al que la razón -y la justicia- nos obliga a sobreponernos en cuanto recordamos que unos y otros colaboraron en un despilfarro que siempre, siempre, ha acabado pagando la ciudadanía: esa misma ciudadanía que a la vez que hoy obtiene detalles sobre en quién, cómo y donde acabaron los dineros públicos procedentes del pago de sus impuestos, observa impotente que -tras el saqueo- ya no quedan recursos para el pago de pensiones o servicios públicos dignos.
Para algunos de aquellos poderosos la muerte ha sido la solución, dando la razón a Cervantes (No hay recuerdo que el tiempo no borre ni pena que la muerte no acabe), aunque como en el PP son muy de negar la evidencia, contumaces, han pretendido revivir a Rita Barberá, como dicen que hicieron con el Cid en Valencia, que ganó muerto y a caballo (en éste caso sería cabalgando un AVE recién inaugurado) su última batalla.
Volviendo a aquella pareja de amiguitos, y recordando el antiguo proverbio Siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar, está claro que para Alvaro Pérez y Francisco Camps todo parece reducirse ahora a dejar pasar el tiempo para ver quien lo resiste mejor y vive más, porque Juan Negrín tenía parte de razón al afirmar que resistir es vencer. Pero es más cierto e indudable que la muerte lo iguala todo. Para el muerto, al menos.