De nuevo comprobamos que las gónadas masculinas frecuentemente sirven en éste país, además de para producir espermatozoides (dicen que cada vez menos), como insospechada fuente de actos de voluntad arbitraria: un asesor del gobierno de Murcia (PP), José Antonio Martínez-Abarca, no sólo ha defendido en la televisión autonómica murciana que el juez que lleva el caso Auditorio -en el que se encuentra encausado Pedro Antonio Sánchez, presidente del gobierno de Murcia- tome las cañas que quiera -y donde quiera- con miembros del PP, si le salía de los huevos, sino que, en una emanación personal de idéntica procedencia, le dijo a un conterturlio que le prohibía hablar de él o de su ética y en un subidón hormonal final, con origen también muy probablemente en la misma zona testicular, amenazó con levantarse y estampar su taza en la cabeza del mismo contertulio que decía cosas que, al parecer, le incomodaban bastante.
En el blog que el señor Martínez-Abarca publica en La Verdad de Murcia y en el que se define en su perfil como lo que antiguamente solía llamarse un "columnista de prensa" asegura que sólo ocultará algunos nombres por una doble cortesía: hacia el pudor de las señoritas y hacia el vigente Código Penal, para finalizar su presentación diciendo: pretendo sólo salvar lo que de valioso hay en cualquier pequeño infierno
cotidiano, para hacerlo llevadero y a veces sublime. En fin, como también indica en su perfil que ha publicado demasiado sobre demasiados asuntos en diversos periódicos pero guarda pocos recuerdos de ello (yo le recuerdo, al menos, en cuales: ABC, La Razón, Libertad Digital, La Opinión de Murcia y La Verdad de Murcia), como si le hubiese sucedido a otro, puede que, en efecto, fuera otro. Yo creo que podemos corroborarlo: efectivamente, ha debido ser otro, sobre todo en lo referente a lo sublime. Y si nos ponemos estrictos, hasta en lo de llevadero. Cierto es que se le vé solvente como creador de pequeños -o medianos- infiernos cotidianos, pero lo más meritorio es que él mismo logre encontrar algo valioso en ellos. Y, desde luego, no debe conocer señoritas muy pudorosas.
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