Parece que es normal, pero es debido a la irracionalidad del debate en que estamos inmersos con motivo de las próximas elecciones catalanas. Porque parece normal, pero no lo es, que uno de los candidatos de la lista conjunta -Oriol Junqueras, que figura el número cinco en esa lista- que apuesta por la independencia de Cataluña, debata con el ministro de Asuntos Exteriores de España; ¡que más podrían desear los independentistas que ser tratados ya, de facto, como un país extranjero! Tampoco es normal que ése debate -si podemos llamarlo así- entre dos antitéticos respecto a la independencia, haya tenido mucha más repercusión mediática que el celebrado entre los distintos candidatos a la presidencia de la Generalidad de Cataluña. Ni tampoco es normal, sobre todo, que en una situación social como la actual, los responsables de llevar a cabo unas de las políticas de recortes más salvajes de éstos últimos años e inmersos en una corrupción generalizada y evidente, se presenten en una misma lista junto a los que dicen abominar de esas políticas y de la corrupción institucionalizada; parece que la independencia -o la permanencia en España- es lo único de lo que se han de preocupar aquellos catalanes que están desempleados -incluídos los jóvenes que no tienen trabajo ni perspectivas de tenerlo-, los dependientes a los cuales se les ha retirado las magras ayudas que percibían o que nunca percibieron, los que han ingresado para una larga temporada en la cofradía del hambre y la pobreza.
Y no es normal seguramente porque España continúa siendo diferente. Y se vé que Cataluña se ha acostumbrado a serlo también.
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