La tesis de la destrucción mutua asegurada fué uno de los pilares que mantuvo caliente durante años la guerra fría, que tan cerca estuvo de llevar a la humanidad a su destrucción real; la incapacidad es también una buena vía para asegurar la destrucción. Será por ello que Mariano Rajoy insiste en su torpe estrategia -si se le pudiera llamar así- al enfrentar el asunto de Cataluña, últimamente incluso recabando el auxilio de líderes europeos para que refuercen su postura. El más reciente David Cameron, el conservador británico, antieuropeísta confeso y practicante, no obstante no ha tenido empacho en advertir a Artur Mas de que los planes independentistas para Cataluña dejarían a ésta fuera de la Unión Europea y que tendría que ponerse a la cola de otros países candidatos que quieren negociar su ingreso; sólo le ha faltado ofrecer a Cataluña el lugar que ellos dejen cuando el Reino Unido salga de ella, para evitar la cola.
Con esos aliados europeos Mariano Rajoy no necesita enemigos, aunque es sabido que la habilidad de cada una de las acciones del presidente del gobierno respecto a Cataluña desencadena una reacción de magnitud igual y opuesta en el independentismo que, por lo demás, demuestra torpeza, cortedad de miras e incapacidad similares, retroalimentándose ambos nacionalismos y agravando mutuamente su miopía: hay que tener cuidado al elegir a los enemigos, porque uno termina pareciéndose a ellos, escribió Jorge Luis Borges.
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