domingo, 4 de agosto de 2013

Todo sigue siendo falso, salvo alguna cosa

Como muchos, yo esperaba más bien poco de la valentía e inteligencia políticas del señor Rajoy, pero no por ello la constatación deja de ser desasosegante. La frase  "yo no puedo decirles otra cosa sino que son falsas sus acusaciones, son falsas sus medias verdades y son falsas las interpretaciones de la media docena de verdades que emplea como cobertura de sus falsedades" con que nos ilustró el señor presidente del gobierno refiriéndose al señor Bárcenas en su versión de los hechos -que no en la exposición de la verdad- me suena a una reedición de aquél "todo es falso salvo alguna cosa".
Porque las acusaciones son ciertas, ciertísimas -otra cosa es que sean verídicas y/o veraces-, es imposible que medias  verdades sean falsas -como mucho serán semifalsas-, y que además,  juzgue falsas las interpretaciones de seis de verdades -que incluso él debe reconocer como tales-  ya roza los chusco porque, por supuesto, no se ha dignado aclarar cuales eran esas  verdades y esas  interpretaciones. Sí, todo sigue siendo falso, y las explicaciones también.
El señor  Rajoy, y sus citas acotadas, nos amenaza incluso con la vuelta al fascismo o al  estalinismo  si  decidimos invertir la carga de la prueba para tener que demostrar la inocencia: lo cierto es que es mucho más preocupante  una justicia en la que, aquí y ahora,  a menudo es notoria la falta de independencia  y una  ineficacia que muchas veces sospecho que es  buscada, que por una vuelta a los años treinta. A los que, por otra parte, en materia social, ya estamos llegando, sin necesidad de fascismos o estalinismos.

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