domingo, 27 de enero de 2013

Ley de transparencia

Siento no estar de acuerdo con el señor presidente del gobierno cuando dice que "no hay nada más injusto que la generalización" en relación con el semidescubierto caso de corrupción, el del extesorero del PP, Luis Bárcenas; por el mismo procedimiento podríamos afirmar igualmente que generalizar la rectitud de motivos e intenciones para todos aquellos que se dedican a la política no es exacto ni justo. Que, por lo que sabemos, se dé una notoria asimetría cuantitativa entre sobrecogedores y el resto de los miembros de los partidos políticos podría perfectamente explicarse porque los segundos aún no han tenido la ocasión u oportunidad de poder beneficiarse de algún sobresueldo.
Y cuando digo que lo siento es cierto, a mí también me gustaría vivir en un país en el que todo sucede como él dice, pero no parece ser el caso. Sobre todo cuando tanto el partido hoy en el gobierno como el principal de la oposición han dilatado hasta el infinito la aprobación de una efectiva ley de transparencia que pusiera límites al egoísmo y la avaricia propios del ser humano -especialmente de quienes tienen la responsabilidad de manejar fondos públicos- y de los que hay constancia histórica desde el principio de los tiempos.

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