El señor Rosell, como presidente de la CEOE, ha planteado bajar de 20 a 12 días la indemnización por despido procedente, lo que él denomina eufemísticamente "salida laboral", porque ello, en su opinión, animaría a muchos empresarios a "dar entrada" a otros trabajadores, sabiendo que su despido sería más barato. Desde el punto de vista del empresariado español a eso se reduce todo: inputs y outputs de trabajadores en función de la coyuntura de los mercados. El ex-presidente Felipe González ha manifestado que "el debate debería de ser la competitividad, cuánto ligamos del salario a la productividad", lo cual en estos duros tiempos, es un enfoque más realista y con posibilidades de procurar una economía sostenible, pero está claro que ésta es una forma de abordar el problema del paro totalmente ajena -en general- a la mentalidad de la clase empresarial en este país: saben que la precariedad laboral que promueven con sus contratos basura es incompatible con una competitividad real en un mercado global. Eso de la competitividad lo dejan los empresarios españoles para los estudiosos económicos o para mencionarlo en algún discurso importante, que viste mucho. De donde no hay no se puede sacar, se dice.
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