En ambientes matemáticos y, especialmente, estadísticos es conocidísima la denominada "campana" de Gauss, una curva que, por ajustarse a la frecuencia de fenómenos reales, se conoce también como de "distribución normal". Su importancia radica en que permite modelar la mayoría de sucesos naturales, sociales y psicológicos y su primera propiedad es que es una curva simétrica respecto a la media. Tan universal es su aplicación que hoy le he encontrado una nueva: la descripción del desarrollo histórico y social de este país durante el transcurso de mi propia vida. Nacido a principios de los años cincuenta del siglo pasado, recuerdo una España socialmente gris y de trabajosa subsistencia en el aspecto económico, productos ambos de la larguísima posguerra; mis padres me dijeron que incluso dispuse al nacer de cartilla de racionamiento: estábamos al comienzo de la curva. Luego ésta fue elevándose: el "milagro" económico, el fin de la dictadura, la ilusión colectiva, la integración de España en Europa. Si fuera necesario establecer una fecha del punto álgido, la media de la curva, la podríamos situar en el año 1992, el de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla. Después, la curva de inflexible simetría nos ha hecho bajar por el tobogán de la Historia, sacándonos, a veces de forma acelerada, de nuestras patéticas ilusiones de nuevos ricos. Espero que, sin estorbar las leyes de la probabilidad, pueda acabar mi vida sin llegar de nuevo a la cartilla de racionamiento.
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