Vaya por delante que considero a José Blanco, vicesecretario general del PSOE, una persona inteligente y sensata, cualidades que no siempre van unidas. Oyéndole esta mañana analizar la derrota estrepitosa de su partido en las pasadas elecciones estableciendo el núcleo de su justificación en la situación económica y asegurando que la salida a la crisis para nuestro país a medio y largo plazo pasa por un cambio radical de modelo económico no he podido por menos que estar de acuerdo. Sin embargo, a renglón seguido, y en su explicación de las políticas y decisiones del gobierno al que pertenece -en el eterno dilema de un gobernante que es elegir entre lo urgente y lo importante, entre mañana y el futuro- me he perdido: si lo importante es ese cambio de modelo económico, ¿que es lo urgente, asegurar nuestra solvencia económica al precio que sea de modo que los mercados nos miren bien o impedir que el paro -especialmente entre los jóvenes- siga creciendo?. Y si fuera cierto que la medidas económicas tomadas a raíz de Mayo del pasado año han permitido que este país no se haya visto obligado a otras más radicales, como el rescate de Grecia, Irlanda y Portugal ¿cual es la responsabilidad de un gobierno que se dice socialista ante los parados, que no tienen ni agua para la que se prevé larguísima travesía del desierto hasta llegar a la tierra de la Economía Prometida?. Que, por cierto, salvo esporádicas manifestaciones muy poco convincentes como la denominada Ley Sinde, sigue en el limbo de los asuntos importantes pero nunca abordados, acompañando al Plan Energético Nacional.
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