domingo, 15 de mayo de 2011

En el tren

Soy usuario habitual del tren de cercanías desde hace años, y por ello estoy habituado a soportar la picaresca de pedigüeños profesionales. Suelen recitar -con adecuadas pausas teatrales- y en el tiempo exacto que transcurre entre dos estaciones un relato truculento sobre hijos hambrientos, enfermedades incurables, recientes salidas de la cárcel o intentos de desengancharse de la adicción a las drogas. Se acaba sospechando la verdad cuando transcurridos meses el mismo individuo recita idéntica retahíla -pausas incluidas- los hijos continúan hambrientos -pudiera ser-  la salida de la cárcel continúa siendo reciente y ni la enfermedad ni las drogas parece que hayan hecho ninguna mella en el pedigüeño. Pero hoy no había guión. Un mujer joven nos ha pedido con educación un minuto de nuestro tiempo para informarnos con voz alta y clara -y a veces quebrada- de que era profesora de educación infantil en paro, que se ha quedado sin vivienda por impago de la hipoteca y de que le daba vergüenza pedir como lo estaba haciendo. Un minuto no da para mucho, Claro que la he ayudado. Si era verdad porque se lo merecía y si era mentira también: es una excelente actriz. Aunque tengo casi la certeza de que era lo primero; así está el país.

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