Todo apunta a que la transferencia de carteras entre ex-ministros y ministros recientes se trate de parafernalia simbólica y que, en realidad, esos carterones negros con rótulos dorados estén vacíos, como parece probable por la facilidad con que unos y otras los portan y manejan. Y ya que hablamos de símbolos, y habida cuenta de que tanto los ministros recién nombrados como los del gobierno anterior, en todos los casos prometieron -que no juraron- su cargo, ¿por qué no desaparecen definitivamente los símbolos religiosos de la ceremonia de toma de posesión del cargo, una ceremonia que debería ser puramente civil?. Quizá así nos pudiéramos creer que la separación de la Iglesia y el Estado es un hecho. Aunque fuera simbólicamente.
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