Parece que el proceso de elecciones primarias ha tenido la virtud -o un pálido reflejo de ella- de constituirse en un peldaño de perfeccionamiento en nuestro ascenso por la senda democrática. Con la excepción del PP, donde Rajoy ha recordado que deben "ir a lo suyo" dejando "que cada uno se organice como quiera" -siempre que no sea en su partido- creo que, en general, nadie objeta un proceso en el que la mayoría decide y que, además, es conforme al artículo 6 de la vigente Constitución. Incluso el presidente Zapatero ha intentado apuntarse el tanto de no prohibir el proceso de primarias, aunque finalmente la democracia le haya dejado en mal lugar al no confirmar su apuesta por la "buenísima" -pero menos votadísima- Trinidad Jiménez. Incluso se afirma desde el propio aparato del PSOE que ahora, después del proceso de primarias, Tomás Gómez tiene más posibilidades que hace tres meses frente a Esperanza Aguirre. Pues bien, si tan bueno es el sistema y una vez aprendido de los errores del pasado -recordemos las primarias protagonizadas por Almunia y Borrell- ¿por qué no se recurre al mismo procedimiento para elegir el candidato del PSOE en las próximas elecciones generales? Al menos sabríamos quien desea postularse.
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