Algunos de los que le conocían dicen que Azcona, cuando le contaban algún sucedido de esos intensamente tragicómicos en los que se inspiran sus guiones, confesaba a quien se lo contaba: "¿sabes?, eso me reconcilia con la vida". A mí, una de las cosas que me reconcilian con la vida, es la realidad contada por Maruja Torres. En su último artículo -Cinismo- reprocha al presidente del gobierno -y a sus asesores mediáticos- que no sea capaz de reconocer francamente su error en la apuesta por Trinidad Jiménez en las primarias de Madrid. Pero es que hace ya tiempo que los políticos -sobre todos los que ejercen el poder- transitan por el camino de lo políticamente correcto, que es decir u opinar sin decir ni opinar, en un lenguaje perfectamente inocuo, sin declarar ninguna intención, sin valorar, procurando no molestar a nadie y ejerciendo un buenismo totalmente artificial e inane. Que los oyes y piensas: ¡será cínico el tío! (o la tía). Claro que se puede hacer de otra manera: Alfonso Guerra -otro cínico con cierta gracia revestida de mala leche- ha manifestado la obviedad de que en un proceso electoral unos ganan y otros pierden, cosa que entiende todo el mundo. Pero, al parecer, al decirlo se pierden votos.
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