viernes, 8 de octubre de 2010

Lo políticamente correcto

Algunos de los que le conocían dicen que Azcona, cuando le contaban algún sucedido de esos intensamente tragicómicos en los que se inspiran sus guiones, confesaba a quien se lo contaba: "¿sabes?, eso me reconcilia con la vida". A mí, una de las cosas que me reconcilian con la vida, es la realidad contada por Maruja Torres. En su último artículo -Cinismo- reprocha al presidente del gobierno -y a sus asesores mediáticos- que no sea capaz de reconocer francamente su error en la apuesta por Trinidad Jiménez en las primarias de Madrid. Pero es que hace ya tiempo que los políticos -sobre todos los que ejercen el poder- transitan por el camino de  lo políticamente correcto, que es decir u opinar sin decir ni opinar, en un lenguaje perfectamente inocuo, sin declarar ninguna intención, sin valorar, procurando no molestar a nadie y ejerciendo un buenismo totalmente artificial e inane. Que los oyes y piensas: ¡será cínico el tío! (o la tía). Claro que se puede hacer de otra manera: Alfonso Guerra -otro cínico con cierta gracia revestida de mala leche- ha manifestado la obviedad de que en un proceso electoral unos ganan y otros pierden, cosa que entiende todo el mundo. Pero, al parecer, al decirlo se pierden votos.

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