Considerarse poseedor exclusivo de la verdad suele ser peligroso no sólo para los demás, si no también para uno mismo. Así, cuando el señor Urkullu como consecuencia de su análisis de la situación política planteada tras las elecciones del 1M, ve como única solución un "acuerdo amplio de estabilidad" -liderado por el PNV, por supuesto- y como únicas alternativas el "frentismo" o la parálisis institucional, se engaña, si es que realmente lo piensa. Por más que el factor humano y la historia reciente tenga presencia en cada uno de los representantes políticos encargados actualmente de solucionar la gobernabilidad en el País Vasco -y en sus representados-, la normativa a aplicar y los métodos a utilizar para traducir los resultados de las elecciones son claros y explícitos, basados todos en la aritmética elemental de la suma para obtener una mayoría, absoluta o relativa, de esos representantes. Cuanto antes se asuma ésto, mejor para todos, incluído el PNV que, por otra parte, debería recordar su histórico empeño en hacer imposible otras sumas posibles y obtener enseñanzas de ello. Ninguna esencia intangible, ninguna legitimidad ideológica, ningún fundamentalismo racial están -ni deben estar- por encima de las leyes.
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