Excelente el artículo de Jesús Mosterín hoy en El País (Obispos, aborto y castidad) donde se aborda racionalmente el tema del aborto, dando un repaso al argumentario -intencionadamente falaz, de forma habitual- de la Conferencia Episcopal española. Pero, más allá de ese planteamiento racional que, sinceramente, no creo que haga mucha mella en la política de los obispos al respecto, es necesario recordar que la sociedad de este país se rige por normas y leyes civiles, no religiosas. Y que, en todo caso, éstas últimas obligan moralmente sólo a aquellos que se sometan voluntariamente a normas de conducta basadas en creencias religiosas específicas pero no al conjunto de la sociedad, que incluye por igual y como ciudadanos de pleno derecho a agnósticos, ateos y creyentes. Hace ya tiempo que en este país -al menos formalmente- el poder civil y el religioso delimitaron sus ámbitos de actuación, por más que la jerarquía católica continúe padeciendo ese síndrome de abstinencia fundamentalista, integrista y tridentino.
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