miércoles, 19 de septiembre de 2018

En el guiñol

Cada vez estoy más convencido de que existen intereses poderosos -y ocultos- que pretenden entretenernos -desde un punto de vista político- con temas-pantalla (o temas-humo) que oculten lo que debería ser el centro permanente de nuestra atención, a saber: la reversión de las políticas sociales de éstos últimos años en cuanto a pensiones, sanidad, educación, etc. y su concreción en  los Presupuestos del Estado y, por otra parte, la necesaria elaboración estratégica de un modelo viable de crecimiento económico que incluya los correspondientes planes energéticos, de sostenibilidad medioambiental, de I+D+i y de formación y educación (con éstas últimas consideradas no sólo como factor económico, sino como fundamentales para la realización personal e individual; intelectualmente somos lo que aprendemos, al igual que físicamente somos lo que comemos).
En cambio, comprobamos a diario que todos los esfuerzos de los medios, ya sean oficiales o no,  se dedican a consumir nuestro tiempo social debatiendo importantísimos temas tales como dilucidar si hay que exhumar los restos de un dictador -que no por necesario y ejemplarizante es más urgente que la exhumación de los restos de más de 100.000 españoles que llevan tres cuartos de siglo malenterrados en cunetas tras ser asesinados- la forma de hacerlo y el destino que ha de darse al monumento funerario donde ahora se encuentran; el grado de falsedad del curriculum académico de nuestros dirigentes políticos y las distintas variantes de fraude existentes; la forzada comparecencia y manifesto desprecio a la institución que le obliga a ello -y, por consiguiente, al concepto mismo de democracia- de algún pretérito presidente de gobierno de ominosa memoria y el recordatorio de cuan equivocadas -para el conjunto de la ciudadanía- fueron sus políticas y cuanta es la arrogancia que puede llegar a demostrar en la negación de ello -casi insinuando que sólo es responsable de sus actos de gobierno ante la divinidad, como los reyes de otras épocas- y en la negación de verdades conocidas por todos; incluso yo diría que los mencionados intereses poderosos y ocultos están detrás y muy cerca, casi a distancia de soplido, avivando el fuego de antiguos conflictos nunca resueltos, como es el caso de Cataluña.
Podríamos con fundamento suponer que, como diría Gila, alguien está manejando a alguien para que se distraiga y pierda de vista el verdadero objetivo: el logro de los avances sociales que permitan el necesario y posible progreso colectivo que permanentemente es impedido por la existencia de los privilegios de una exigua minoría de plutócratas y explotadores de la sociedad en su propio beneficio (mediante sus acólitos y servidores, convenientemente colocados de forma previa en puestos clave); tengo la impresión de ser una más entre los millones de marionetas colgadas de hilos invisibles en este gigantesco guiñol en el que, de cuando en cuando, nos asustan con algún oportuno lobo (otra marioneta). Para entretenernos y desviarnos de lo fundamental, ya digo.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Efectos colaterales

No deja de estremecerme el nivel de perversión del lenguaje -y de los conceptos e ideas que se sustentan en él- a que puede llegarse en términos políticos, sobre todo en la -así llamada- diplomacia, palabra que ya Bierce, en su Diccionario del Diablo, definía como el Arte de mentir en nombre del país, definición a la que yo añadiría: pero prescindiendo de él; algo así como el lema ilustrado todo por el pueblo, pero sin el pueblo.
A cuento de las famosas 400 bombas que el Estado español ha vendido a Arabia Saudí, ha manifestado el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, que se trata de un tipo de  arma de precisión (de menos de un metro (*) nos detalla el señor Borrell) que no produce efectos colaterales (el famoso eufemismo para referirse a víctimas civiles, y ya ni siquiera daños, sólo efectos), queriendo con ello  responder a las críticas sobre la utilización de esas armas en la guerra en Yemen, cuyas consecuencias ha acabado padeciendo reiteradamente la población civil de ese país. Según Borrell, era un contrato de anterior Gobierno y no se ha visto ninguna irregularidad. Que era un contrato de un Gobierno anterior es evidente, así como eran de Gobiernos anteriores políticas que este Gobierno anticipó querer revertir; en caso contrario, ¿cual es la labor del actual Gobierno?, ¿el control formal de manera que no haya irregularidades en la aplicación de decisiones de anteriores Gobiernos? 
Y, en lo que respecta a la precisión de las bombas guiadas por laser, existen detalladas denuncias por parte de Amnistía Internacional y otras organizaciones humanitarias de casos -sin duda existirán muchos más de los que no haya constancia- en que ese tipo de bombas han alcanzado viviendas de civiles, e incluso,  un hospital de Médicos sin Fronteras; ¿no hubo en estos casos efectos colaterales? Porque, señor Borrell, parece claro que nadie puede evitar que quien lanza este tipo de armas guiadas fije como objetivo el que desee, como tampoco puede evitarse que, aunque las bombas puedan ser guiadas con una precisión de un metro, su efecto sea bastante mas amplio; aunque se emplea tecnología laser no se trata de cirugía.
Por cierto, esas 400 bombas guiadas por laser que el Estado español adquirió a EE.UU. -para ahora revender por 9,2 millones de euros, más o menos a 23.000 euros cada una-  con el compromiso ante ese país de ser España el destinatario final (lo que, al parecer,  ha obligado a pedir permiso a EE.UU. para poder formalizar la reventa), ¿que uso pensaba darles el Ejército español? ¿a que hipotéticos objetivos estaban destinadas? ¿porqué ahora el Ejército puede prescindir de ellas?
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(*) ...ratificado por otra ministra experta que parece que se ha aprendido bien el argumentario del Gobierno y que como es su portavoz, pues nos lo aclara: Por las características de los misiles láser no parece que vayan orientadas a ese fin (usarse contra la población de Yemen)...seguimos con las apariencias...

martes, 11 de septiembre de 2018

...la misma mierda es

Lo siento -en realidad, no tanto- por los que piensan que el PSOE y el PP son antitéticos políticamente hablando, yo sigo creyendo que son las dos caras de una misma moneda: nada más parecido a las patéticas explicaciones de Cristina Cifuentes o Pablo Casado sobre sus fantasmagóricos másters, que las de Carmen Montón sobre el suyo; exactamente lo mismo, paso por paso: yo no he cometido ninguna irregularidad, y si ha existido alguna modificación -o directamente falsificación- de la documentación administrativa pertinente es algo que escapa a mi conocimiento o bien que la custodia de las actas es algo que escapa a mi responsabilidad (una auténtica escapista de sus propias circunstancias); en fin que todo puede resumirse en otro cúmulo de errores administrativos (y quizá, además, informáticos, que es algo muy socorrido). Para finalizar con otro clásico: no dimite porque sería injusto. ¿Injusto para quién? ¿para  ella misma?, ¿para el resto de los estudiantes que sí asistieron a clase, que sí se examinaron, que sí se esforzaron?, ¿para todos los españoles que queriéndolo o no subvencionamos este fraude y los anteriores? No nos lo aclara la señora Montón; injusto así, en abstracto. El Gobierno, por su parte, cree que Montón ha dado explicaciones amplias y transparentes sobre su máster; y aquí es difícil no estar de acuerdo: amplias como el desierto y tan transparentes que, de hecho, es imposible verlas. Y hasta Pablo Casado, tan caballeroso y elegante él, perdonando anteriores ofensas del PSOE: No voy a hacer lo que hicieron conmigo...que no alcanzo a entender tal ataque de buenismo, a no ser que se deba a que él se encuentra en parecidas circunstancias (pero que no se preocupe; casi nadie se ha dado cuenta de sus motivos).
Y si esta falta de respeto por los valores supuestamente prioritarios para la sociedad  (verdad, honestidad, excelencia, esfuerzo, etc.) y ese desprecio a  las instituciones por parte de quienes ocupan cargos públicos de la máxima responsabilidad -que son los primeros que deberían velar por la respetabilidad de esas instituciones- está ocurriendo de forma habitual en ese nivel de dirigencia, no quiero ni pensar en lo que ocurrirá en otros. No deberíamos sorprendernos si cualquier día el hedor de esta corrupción omnipresente y ubicua nos ahoga al salir a la calle.
Y advierto de que me comunican (de fuentes generalmente bien intencionadas) que está a punto de producirse una sublevación de los administrativos de las Universidades, hartos ya, al parecer, de ser el sumidero temporal de tanta corrupción.
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P.S.: Finalmente dimitó Carmen Montón de su cargo como Ministra de Sanidad. Hay que agradecer, respecto a masterizados precedentes que el asunto se haya resuelto con relativa rapidez. Pero, en todo caso, -sostenella y no enmendalla- la señora Montón, en su comparecencia para comunicar su renuncia ha manifestado: no he cometido ninguna irregularidad. Lo he defendido y lo voy a seguir defendiendo con toda la convicción y también con la conciencia muy tranquila. Al parecer, no considera irregular, por ejemplo, que párrafos enteros -hasta 19 páginas- de su Trabajo Fin de Máster estén plagiados (hasta con las mismas erratas) de otras publicaciones, tesis o, directamente, de Wikipedia; que yo creo que si fuera regular lo sería tirando a malo; aunque eso, a lo que parece, no altera la tranquilidad de su conciencia. Este es el nivel.

domingo, 9 de septiembre de 2018

El peligro de los mediocres

Otro vendrá que bueno me hará, dice un refrán; por más que no me considero hombre refranero -y no por tener que confesarme simultáneamente puñetero, como afirma otro refrán- siempre me admira la profunda sabiduría que encierra el mencionado al principio: la realidad me demuestra que, por más que en ocasiones sea difícil, se cumple de forma inexorable y sin mucha tardanza. Así, era yo uno de los convencidos de que la mediocridad e inanidad del anterior presidente del gobierno de la nación y del PP serían metas dificilmente alcanzables para cualquier político, cuando, hete aquí, que su heredero en el Partido Popular ya está haciendo méritos acreditados para superarlas. Por abajo, claro.
Y es que el señor Pablo Casado nos ha informado -sin aviso previo y sin anestesia de algún tipo- que todos deberíamos ir acostumbrándonos a decir -e interiorizar, supongo- Viva el rey (lo he escrito sin signos de admiración porque el señor Casado recomienda hacerlo sin levantar la voz, pausadamente); y que ésto lo deberíamos decir a todas horas y en todo lugar, en la oficina, en el bar, en la universidad, en la calle, en el mercado...en fin, que todos deberíamos proclamar sin complejos  nuestro monarquismo a quien quiera -o no- oírlo. Aunque, según Casado, ésto ya lo hacemos todos a diario -aún sin ser conscientes de ello, como Monsieur Jourdain de El burgués gentilhombre de Moliére que hablaba en prosa sin saberlo- porque, por ejemplo, cuando abrimos kilómetros de AVE o de carreteras o un aeropuerto también decimos en gran medida un 'viva el rey'; al igual que cuando nuestro sistema de trasplantes salva una vida o cuando se atiende a un dependiente. Según él, también decimos viva el rey cuando pagamos las pensiones; cuando pagamos el paro, estamos diciendo viva el rey...que yo me pregunto ¿que pensiones o paro serán éstos que pagamos?, ¿no serán la pensión y el paro del mismísimo Jefe del Estado? que, en éste caso, el viva el rey no sería propiamente un vítor, sino una constatación. Según Casado decir viva el rey es una versión corta del nombre de todos los españoles; claro, que la lista de cuarenta millones de españoles es algo larga como saludo y es sabido por todos que él es más de cosas cortas y rápidas: en fin, que parece ser que propone que todos nos llamemos Viva y nos apellidemos Rey.
Como el señor Casado siga por estos derroteros es muy previsible que consiga fabricar republicanos a mayor velocidad que Rajoy fabricaba  independentistas en Cataluña, (sería por lo que le gustaban, derivado de su convencimiento de que los catalanes hacen cosas y eso para él debía ser tremendo). No está claro ni se sabe a que serán debidos estos gestos del señor Casado a favor de la República, pero, en fin, sean cuales sean, yo no le afearía excesivamente su repentino y peripatético fervor monárquico y le dejaría hacer. Sin acercarme mucho, desde luego, nada más peligroso que un tonto con un mechero, que no sabe si mata o espanta.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Mira, Jorge...

Siempre creí que la confusión de Mariano Rajoy entre tiempo y clima al oír las explicaciones al respecto de su primo catedrático de Física era debida a sus propias carencias interpretativas, pero ahora sospecho que también las explicaciones del primo pudieran haber sido algo confusas. Me lleva a pensar ésto las opiniones de Jorge Mira -también catedrático y también físico- sobre el cambio horario, cambio al que el 84% de los más de cuatro millones de votantes europeos se ha mostrado contrario.
Es sabido por muchos -incluso sin ser catedráticos de Física- que la inclinación del eje de la Tierra respecto al plano de la eclíptica, plano definido por ésta en su rotación anual alrededor del Sol, tiene como consecuencia una variación en la duración del día y la noche a lo largo del año, variación que es más acusada conforme la latitud de cualquier lugar de la Tierra es más elevada, de tal manera que más allá de los círculos polares, (66º 33' 43" de latitud) la noche y el día tienen una duración considerablemente distinta a lo largo del año; durante las fechas próximas al solsticio de verano (21 de Junio, en el hemisferio Norte) hay 24 horas continuadas de luz (Sol de medianoche), todo lo contrario que en el solsticio de invierno (21 de Diciembre), cuando el Sol no llega a ser visible nunca sobre el horizonte.
Pues bien, Mira está en contra de la supresión del cambio horario dos veces al año porque  es estacional e intenta mitigar la variación anual del ciclo solar ya que nuestro planeta no es plano ni es una bola que esté con su eje de rotación perfectamente alineado con el eje de la órbita. Si fuera así sí, pero como no lo es hay que adaptarse. La diferencia entre el día y la noche durante el año es muchísima. Lo que busca el cambio de hora es poner un poco de racionalidad a todo eso.
Que el planeta no es plano creo que ya alguien lo sospechaba, pero los más espabilados de entre ellos incluso saben lo de la inclinación del eje de la Tierra respecto al plano de la eclíptica (que ya he mencionado); lo que ya no entiendo, teniendo ésto en cuenta, es su propuesta de adaptación, consistente en mantener el cambio horario estacional: ¿que adaptación les propondría a los países nórdicos cuya variación entre el día y la noche es mucho mayor que en nuestro país?, ¿no cree que lo racional es aceptar la inevitabilidad de las leyes de la Naturaleza? 
Para el señor Mira, la razón fundamental del mantenimiento del cambio horario es permitir que los ciudadanos puedan gozar de luz solar en sus momentos de ocio. Continúo sin entender; si fuera fundamental tener sol y ocio de forma simultánea -seguramente hay quien eso no lo verá tan fundamental- ¿no podrían establecerse dos -o más- horarios de trabajo distintos a lo largo del año sin necesidad de variar la hora oficial?
En todo caso, la evolución (o ebullición) de su argumentario -estimando siempre que el cambio estacional de hora es lo más lógico, racional y científico- le lleva a una sorprendente conclusión: Eliminar el cambio de hora sería asumir que vivimos en una Tierra plana (todavía me estoy reponiendo de asunción tan catastrófica). Y no sólo eso, a continuación califica de homeópatas del huso a todos aquellos que no estén de acuerdo con su versión de lo que es lógico, racional y científico, asimilándolos a gente que al igual que los homeópatas que dicen que bebiendo agua te curas. Y aderezado todo ello con inquietantes -la incongruencia siempre me desasosiega- premoniciones y aseveraciones tales como si tú cambias el huso horario la gente tendrá que ir poco a poco y con sufrimiento readaptando su modo de vida y dentro de 10 años su posición con respecto al sol seguiría siendo la misma que tienen ahora. Hay una cantidad de falacias espectaculares con respecto al tema, mezcladas por ejemplo con que nuestro huso es 'hitleriano'. Sí creo en lo espectacular de las falacias -él mismo es la prueba andante- pero respecto a lo último, cabría informarle de que no es ninguna falacia el hecho de que el régimen franquista decidiera adoptar el huso horario de la Europa central (el de la Alemania nazi) en 1940; no obstante, en la Orden del BOE que así lo establece indica, en su Articulo 5º, que se señalará la fecha en la que ha de restablecerse la hora normal, admitiendo explícitamente la anormalidad de la hora impuesta. Del sufrimiento que produjo aquella readaptación del año 1940 no queda noticia; seguramente los españoles de entonces tenían mejores causas donde elegir para poder sufrir apropiadamente. El Sol sigue, eso es cierto, más o menos en el mismo lugar respecto a la Tierra casi ochenta años después, por lo que es perfectamente posible volver al huso horario UTC-0 (centrado en el meridiano de Greenwich); no por dejar de estar en un huso hitleriano (o merkeliano), sino porque es el que corresponde a la longitud de la mayor parte del territorio peninsular e Islas Baleares de nuestro país, tal y como ocurre con Reino Unido, Irlanda, Portugal o Marruecos; y Canarias al huso horario  UTC-1, por la misma razón (contra lo que creía el ministro Soria que, pese a ser canario, estaba convencidísimo de que el meridano de Greenwich pasaba por Canarias). Lo que evitaría -entre otras cosas- que  Galicia continuara llevando un adelanto de dos horas y media en verano respecto al horario solar. Además, ¿como es que ocasionaría sufrimiento para una década un retorno a nuestro huso horario natural (el que menor diferencia presenta respecto a la hora solar) y es tan beneficioso resulta ser un par de ellos al año (entre una y dos horas de adelanto respecto al horario solar) con las mismas consecuencias prácticas? Misterio. Científico, supongo.
El señor Mira, finalmente, desaprueba la desinformación espectacular que hay respecto a este tema. Sinceramente, no creo que sus espectaculares manifestaciones y opiniones sobre ello  -mezclando dos temas distintos, el cambio estacional de la hora y el huso horario oficial, en uno sólo, con una mareante velocidad y desparpajo- hayan contribuído a acabar con la desinformación, simplemente han hecho que ésta sea más variada.