No ya diez, el tradicional decálogo, si no Once observaciones sobre el momento político, las de Ignacio Sánchez-Cuenca en respuesta a Miguel Mora No todo está perdido (a condición de que Podemos entregue las armas) que, a su vez era la respuesta al inicial artículo de Sánchez-Cuenca en El País No todo está perdido para la izquierda. Mucho mejor once que diez que, además, es número primo; los números primos -como todo el mundo sabe o debería- sólo pueden dividirse exactamente entre sí mismos y la unidad y seguramente por eso tienen cierto aura de especiales desde los antiguos griegos. Pudiera ser eso del once (las casualidades no existen) que Sánchez-Cuenca desea alejar de sí cualquier posible aroma de divisor de la izquierda, aunque últimamente se está dedicando a ello con bastante dedicación. Respecto a lo de suprimir la épica y la lírica, totalmente de acuerdo; ya sólo falta convencer al PSOE, para que comience a dar ejemplo.
Pero veamos, observación por observación;
En 2014 surge un nuevo partido a la izquierda del PSOE, Podemos, que
tiene un éxito fulgurante. Arrincona al partido tradicional en ese
espacio, la coalición Izquierda Unida, y, por primera vez en mucho
tiempo, aparece una fuerza política que canaliza el malestar y la
indignación de una buena parte de la sociedad española con el sistema y
los partidos tradicionales. Tan es así que en algún momento las
encuestas sitúan a Podemos por encima del 25% del voto, adelantando a
PSOE y PP.
La primera es obvia, imposible no estar de acuerdo, es pura historia reciente de este país.
Con ese caudal de apoyo popular, Podemos monopoliza el debate público.
El país entero gira en torno a las tesis de Podemos, ya sea para
promoverlas o combatirlas. En Podemos surgen numerosas figuras nuevas,
casi todas de una insultante juventud, cargadas de energía, ilusión y
talento.
También obvia la segunda: la juventud siempre resulta algo insultante -incluso sin pretenderlo- para los que siguen cumpliendo años después de la madurez; por más que es difícil ser figura nueva siendo mayor.
En las elecciones de diciembre de 2015, Podemos obtiene 5,2 millones de votos, el 20,7% de los comicios, y 69 diputados.
La tercera igual que el primera. Así es.
Desde entonces, Podemos ha ido perdiendo apoyo popular irremisiblemente.
En las elecciones de noviembre de 2019, ese apoyo bajó al 12,8%. Si se
tienen en cuenta los votos que obtuvo IU en 2015, la pérdida es de algo
más del 50%: en cuatro años, Unidas Podemos ha perdido a uno de cada dos
de sus votantes.
En la cuarta ya comienza Sánchez-Cuenca a introducir sesgos: formar adverbios partiendo de adjetivos siempre es muy socorrido; en este caso irremisiblemente. Nada se dice de las causas por las cuales Podemos ha perdido uno de cada dos votantes en los últimos cinco años ¿quizá un acoso mediático-judicial como no se conocía en este país desde los tiempos de la República ha tenido algo que ver en ello? Irremisible significa, según el diccionario, imperdonable.
En las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo, UP ha
pasado a ser un partido prácticamente fuera de las instituciones.
Sobrevive en el Congreso.
Quinta. Ya. Y eso que no hay quinto malo.
Podemos se ha descapitalizado. En sus primeros tiempos, surgían voces y
caras interesantes por todas partes. En la actualidad, los dirigentes
conocidos de Podemos se cuentan con los dedos de una mano. Entre purgas y
abandonos, Podemos se ha quedado sin cuadros. A pesar de ser un partido
con ministros en el Gobierno de España, muchos de los candidatos que se
presentaron en las municipales y autonómicas del pasado domingo eran
perfectos desconocidos.
Sexta ¡Vaya! que las figuras nuevas se han hecho mayores (cinco años como mínimo). Otras se han vendido y han traicionado la confianza de los votantes (al menos), otras han abandonado porque esperaban más -personalmente- de un partido político -aunque existen en este país opciones mucho más sustanciosas para quienes aspiran a vivir de la política- y, seguramente, alguna se habrá muerto. El ser humano no da mucho más de sí y Podemos se basa en seres humanos.
Podemos no ha reaccionado a esta hecatombe electoral. No se han oído en
Podemos reflexiones ni análisis críticos de lo sucedido que vayan más
allá de señalar a los sospechosos habituales, los medios de
comunicación. Se trata de una explicación manifiestamente insuficiente.
Con unos medios no tan distintos hace unos pocos años, Podemos fue capaz
de convertirse en una fuerza formidable.
Séptima. ¿Cinco años mayores y ya lelos? ¿Sospechosos habituales los medios de comunicación? ¿qué me dice, señor Sánchez-Cuenca?: no doy crédito a mis oídos. Ni a mis ojos (¿a quien va a creer usted, a mí o a sus propios ojos? decía Groucho Marx).
Podemos no ha resuelto su problema interno de sucesión. Pablo Iglesias
ya no ocupa cargos en Podemos, pero sigue hablando como un dirigente de
Podemos.
Octava. Podemos no es una monarquía; Pablo Iglesias, al no tener ninguna responsabilidad política -salvo la personal- ejerce actualmente el periodismo bajo sus propios criterios, de forma honesta, responsable y frecuentemente muy didáctica; nada que ver con el panorama general de los medios en este país.
Pablo Iglesias, unilateralmente, propuso a Yolanda Díaz ser la candidata en las siguientes elecciones generales.
Novena. Propuso (estoy tratando de imaginar cómo serán las propuestas bilaterales), no eligió, como suele suceder en otras formaciones políticas (y no sé como calificar esta observación salvo como una obviedad, de nuevo).
Desde la formación del Gobierno de coalición, Yolanda Díaz ha ido
ganando popularidad. Es la líder de izquierdas que más apoyos suscita y
la que menor rechazo genera en el conjunto de la sociedad española. Sus
políticas sociales y de mercado de trabajo han apelado a la mayoría
social, no solo a los seguidores más ideologizados. Ha conseguido, por
primera vez en mucho tiempo, poner de acuerdo a gobierno, sindicatos y
empresarios. Además de sus logros como ministra y vicepresidenta, ha
encontrado un registro que despierta ilusión entre amplias capas de
votantes, más y menos de izquierdas. No es perfecta y muchos podrán
reprocharle muchas cosas, pero no hay ahora mismo otra persona mejor
situada que ella para encabezar un proyecto renovador.
Décima. Pura propaganda de Sumar y de Yolanda Díaz; esperable de quien es juez y parte como Coordinador de Calidad Democrática en esa formación política (que como esa sea una muestra de la calidad democrática de Sumar...). Esperable pero de poca -o ninguna- utilidad democrática, por falta de calidad, precisamente. Sin olvidar cómo y porqué llegó a estar Yolanda Díaz en el gobierno de coalición.
Si el discurso y las formas de hacer política de Podemos han ido
teniendo rendimientos decrecientes con el paso del tiempo y si desde la
cúpula de Podemos se ha elegido a Yolanda Díaz como candidata, lo
coherente es permitirle a Díaz que ensaye su fórmula y la ponga a prueba
en las elecciones. Las diferencias de programa, de políticas públicas,
no son grandes. Lo que cambia son los mensajes, los temas, los tonos,
las prioridades. Si la líder es Díaz, se le debe permitir que lidere. Si
sale mal el invento, ya se arreglarán cuentas después.
Undécima. Más propaganda -y más descarada- de Sumar y de Yolanda Díaz.
Pues eso es to...eso es to...eso es todo, amigos. Doce -como los Apóstoles- también hubiera quedado lucido (que no lúcido). Claro que en un momento -aunque sea político- tampoco cabe mucho más.
Algunos no somos como los números -primos- y lo llevamos relativamente bien.