El liderazgo es otro concepto también muy importante para ejercer la labor política: decir -entre sugerir y ordenar- a los demás lo que ha de hacerse es tarea permanente del líder político; hace tiempo que pocos siguen los consejos de Lao Tse: para liderar a la gente, camina tras ellos, y más bien ejercen de líderes deficientes según ya advirtió Confucio: el buen líder sabe lo que es verdad; el mal líder sabe lo que se vende mejor, o de líderes mediocres: cualquiera puede sostener el timón cuando el mar está en calma, según el escritor latino Publilio Siro.
Recientemente, un líder -los líderes lo son para siempre, como los presidentes, aunque no estén en activo- que, objetivamente, está entre las dos últimas categorías mecionadas -o en ambas-, Albert Rivera, se ha propuesto impartir un seminario titulado Líderes en el cambio; para ello ha reunido a otros líderes de parecidas capacidades: Luis Figo, Dimas Gimeno, Alberto Ruiz-Gallardón y Leopoldo López lo que, inevitablemente, me ha hecho recordar al capitán del naufragado Costa Concordia, Francesco Schettino, impartiendo una clase magistral sobre la
gestión del control del pánico. En fin, que Rivera, que siempre me ha parecido un mediocre vendepeines de El Rastro, dirija un seminario sobre liderazgo, es un índice del nivel político de la mayoría de nuestros líderes políticos (imposible no recordar, en este punto y como ejemplo paradigmático, a Mariano Rajoy). Y se le ha olvidado invitar a Pablo Casado.
El ejemplo no es lo principal para influenciar a otros, es lo único, parece ser que dijo Albert Schweitzer; se lo regalo a Albert Rivera como guión para una de las clases maestras de su seminario on-line. Que no le hará falta, no hay más que ver como vestía cuando comezó su aventura ciudadana (ver foto adjunta) y como viste ahora, enfundado en alguno de los trajes que utiliza como asesor legal de Pablo Casado. Eso sí son cambios.