martes, 7 de agosto de 2018

La fábrica de chocolate

La juez titular del Juzgado de Instrucción nº 51 de Madrid ha enviado al Tribunal Supremo toda la pieza C, correspondiente tanto al máster de Pablo Casado como al de otros investigados que figuran en esa pieza por la misma causa, porque  podría existir indiciaria responsabilidad penal en Casado en íntima conexión con otras personas no aforadas, y la envía por la evidente razón de que resultan necesarias unas diligencias de investigación que la instructora no puede acordar por ser (Pablo Casado) aforado. La jueza explica que la investigación indiciariamente permite concluir que Conde, en connivencia con Pablo Chico y Alicia López, en la edición de 2008-2009, dirigió una serie de actuaciones tendentes a lograr que un grupo concreto y escogido de alumnos obtuvieran el título del Máster sin efectivamente cursarlo, sin mérito académico alguno, regalándoselo a modo de prebenda o dádiva; de ahí que la juez vea indicios de prevaricación y cohecho. 
Y vuelve la juez a reiterar la palabra regalo cuando pormenoriza el procedimiento utilizado: regalar el máster a un grupo de alumnos elegidos, que lo aceptan, facilitando los medios para su comisión (pagando la matrícula, solicitando convalidaciones) y se benefician de ello académicamente (recogiendo el título en algunos casos, usándolo en sus CV en otros) a pesar de no haber realizado actividad alguna para ser calificados en los créditos no reconocidos; concluyendo: sólo se benefició a alumnos con una posición relevante en el ámbito político, institucional o que mantenían vínculos estrechos de amistad o de carácter profesional con él; él es, efectivamente, el muñidor principal de todo esta asunto, Enrique Alvarez Conde, un Willy Wonka, director, propietario y administador  de esa Fábrica de chocolate (el Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos) encargado de repartir esos boletos dorados;  esos selectos regalos a personas políticamente VIP del PP.
Por su parte, el presidente nacional del Partido Popular, Pablo Casado, se justifica diciendo que en ningún caso se puede hablar de regalo cuando se habla de algo de lo que no se tiene; no tengo título para colgar en la pared, no hice el trabajo por falta de tiempo. Que viene a ser como que el chocolate nunca exisitió porque ya se lo comió y no pidió factura. Y, en todo caso, no me queda claro si quiere decir que ha renunciado -como su predecesora en ésto de los máster, Cristina Cifuentes, dijo que había hecho- y, en ese caso, que eran aquellos papeles que enseñó -visto y no visto, como un prestidigitador- a los medios. A cuento de todo ésto, Casado deduce de sus propios argumentos -ignorando totalmente los de la juez- que no ha habido regalo y, por tanto, -y sobre todo- que no considera dimitir ya que, según ha afirmado el PP tiene tasado en qué momento se asumen responsabilidades y no se cumple en este caso. Que tampoco sé como encajara la palabra tasar en esa frase, no sé si se estará refiriendo a restringir el uso de algo por prudencia o tacañería. ¡Pobre Casado!, esto de las responsabilidades del cargo le está pasando factura; ya no es que haya olvidado los detalles sobre su Máster, de hace diez años, es que ha olvidado, incluso, los consejos que daba a compañeros de partido en circunstancias similares hace apenas un par de años.

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