Después del ensayo de hace algo más de un mes, insiste el Jefe del Estado en calzarnos su nueva versión del cuento de Navidad para éste año, seguramente por mantener una tradición cuyos orígenes se remontan al mismísimo dictador. Como el guión del de ayer sigue muy de cerca al del ensayo no creo que merezca la pena analizar éste, por no reiterar lo ya dicho respecto al buenismo que caracteriza éste tipo de mensajes vacíos de contenido y tan alejados de la realidad social del país, que parece que se habla de una España que yo, sinceramente, desconozco. Aunque quizá sí merezca la pena destacar su renovado apoyo y agradecimiento -siguiendo otra tradición, puramente borbónica ésta vez- a quienes han propiciado un golpe de mano claramente antidemocrático para garantizar que uno de los dos pilares del bipartidismo continúe, mal que bien, erguido; por no hablar de la particular interpretación en su discurso de las reivindicaciones mantenidas por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) que, para él, supone abrir heridas cerradas y que, sin embargo, los descendientes de más de 100.000 españoles -y también la ONU- consideran heridas abiertas aún después de 80 años (el tiempo por sí sólo no basta para que cierren); que malamente se puede abrir lo que no está cerrado. Por lo demás, todo un variado surtido de tópicos con que rellenar el tiempo de la obligada charleta navideña, algunos de los cuales no por tópicos dejan de ser irritantes, como el que se empeñó en repetirnos unas cuantas veces: los españoles somos buenísimos, pero tenemos que mejorar. Pues qué bien; no me extraña que ésta sea una tierra con tantos santos(as) y beatos(as) camino de serlo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario