De nuevo, la diosa Fortuna pillada en ausencia: la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, cree que las declaraciones del alcalde de Alcorcón, David Pérez, sobre las feministas -mujeres frustradas, amargadas, rabiosas y fracasadas, según él- han sido desafortunadas; normal, la diosa Fortuna no sabemos si será feminista, pero cabe suponer que sí será femenina, al menos. Y, con posterioridad, no se le ocurrió al señor Pérez otra cosa que completar el paquete de calificativos con el de hienas -que mala prensa tiene éste mamífero por ser carroñero, cuando la propia especie humana lo es- escribiendo en un tweet: Noto a las hienas intentando morderme pero es que no me llegan ni a los talones; ¡que altote debe ser el señor Pérez!
Que los grupos municipales de PSOE, Ganar Alcorcón, Ciudadanos e IU-LV -que
suman 17 de los 27 concejales- hayan presentado -y ganado- una moción urgente para exigir la dimisión inmediata de
David Pérez (PP) como alcalde de Alcorcón, al parecer no es suficiente para que éste, a quien le parece muy sorprendente que hayamos llegado al siglo XXI todavía con ese
feminismo rancio, radical y totalitario, asuma el resultado de esa votación, ya que, según él, la decisión de quién gobierna no se toma en una votación de este tipo,
sino en unas elecciones -según ya lo expresó con meridiana claridad el propio Rajoy- donde los vecinos van a votar; que ya hayan votado y ello haya supuesto una representación en concejales que, mayoritariamente, ha solicitado su dimisión, al parecer no le concierne.
Según el señor Pérez, sus insultos a las feministas son un montaje. Ya, pero un montaje que él mismo ha ido montado con perseverancia. Porque sus palabras no se deben a una ausencia accidental de la diosa Fortuna, ya en Agosto de éste mismo año demandó a la asociación Arcópoli por haberle acusado de homofobia,
transfobia y bifobia, a lo que ésta Asociación respondió con un breve historial reciente del señor Pérez en una carta abierta en El País.
A pesar de todo ello, el señor Pérez no se considera a sí mismo machista. Está claro que lo que más puede llegar a separarnos es el propio lenguaje, o por ser más exactos, la semiología.
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