Aunque sospecho que la denominación sea reciente (Los Pitufos aparecieron en Francia en los años 60 del siglo pasado), el pitufeo es una de las formas más antiguas de blanqueo de capitales procedentes de actividades ilícitas, el omnipresente lavado de dinero. Básicamente consiste en utilizar
a muchas personas haciendo transferencias bancarias de escasa cuantía a distintas
cuentas bancarias de personas físicas o jurídicas; éstas cantidades pequeñas hacen más difícil el seguimiento bancario por parte de los organismos encargados del control fiscal y monetario, de tal modo que se hace casi imposble seguir el rastro de múltiples transacciones que, además, evitan los filtros establecidos por parte de las autoridades para la transferencia de cantidades importantes, con lo cual un gran dinero B (de oscura procedencia) finaliza sus múltiples itinerarios reagrupado de nuevo en A, igual de grande, pero limpio .
Lógicamente, éste procedimiento exige el concurso de muchas personas y es laborioso; existen alternativas más rápidas y radicales para el blanqueo de capitales. Pero se equivocan quienes le restan importancia al fijarse únicamente en su cuantía individual; tiene, para las socidades delectivas de tipo mafioso -el PP, según varios autos judiciales, sigue estos patrones en el manejo de sus fondos y el juez Ruz, por ejemplo, ya dió por acreditada la financiación ilegal del PP y el pago de sobresueldos en dinero negro- el importante efecto de aglutinar y reforzar a la organización -el partido, la familia- por el simple hecho de convertir a todos sus miembros -incluídos los tibios- en delincuentes; al igual que la mafia siciliana parece que exigía a sus integrantes el derramamiento de sangre en una ceremonia iniciática en la que se juraba ante la imagen ardiente de la Virgen de la Anunciación (que se quemaba en el transcurso del acto): si llego a traicionar a la Cosa Nostra, que mi carne arda como la de ésa santa mujer, a los cargos electos del PP, parece que su partido les exigía como prueba de sangre la del pitufeo. Fueron los menos los que se negaron a ejercer de pitufo; la fuerza de toda organización dedicada a la delincuencia, que por la propia naturaleza de sus actividades es oculta y clandestina se basa, sobre todo, en la unidad, la opacidad y la obediencia. Por eso son tan importantes los arrepentidos en la lucha contra éste tipo de delincuencia.
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