Nos
tiene acostumbrados el señor presidente del gobierno -como también era
el caso del rey emérito- a abreviar muchos participios en la forma entre
castiza e inculta que supone pronunciar acabao por acabado o decir tomao
por tomado. Quizá coloquialmente pueda resultar admisible esta
incorrección, pero yo esperaría de ciertas personas y de ciertas
ocasiones más formalidad y respeto por el idioma: de una figura pública
hacia abajo en la escala de responsabilidades existe el peligro de que
cunda el ejemplo por simple mimetismo o nauseabundo peloteo y acabemos
todos como unos malhablaos.
Y para una vez que el señor Rajoy se anima a cumplir con los participios -devolvido- resulta que es irregular; ¡también es mala suerte!
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