En Junio de 2012, el entonces arzobispo de Madrid, Rouco Varela, solicitó a la delegación del Gobierno el desalojo de la catedral de la
Almudena de un grupo de manifestantes que se habían encerrado en ella
para protestar por el drama social de los desahucios; eso sí, solicitó
tambien que se hiciera "sin líos"; queda en la duda saber si por caridad cristiana o
por cálculo político. En todo caso, la policía que llegó algo tarde -al
parecer, por error se dirigieron antes al cementerio de la Almudena- lo
hizo desplazando unos 25 furgones policiales, cada uno con su correspondiente dotación de policías, para desalojar a unas
cincuenta personas, entre ellas ancianos y niños.
Hoy
es el propio cardenal Rouco -ya cesado como arzobispo de Madrid- el que
parece que pretende ejercer de okupa en el arzobispado, habilitando una
planta a su sucesor para poder continuar él mismo habitando las
dependecias destinadas al arzobispo; algo así como si Benedicto XVI, el
papa emérito, hubiera pretendido seguir viviendo en el Vaticano enviando al papa Francisco a residir en Castelgandolfo.
Nunca
oí que Rouco Varela, en todas las admoniciones morales que lanzaba
desde el arzobispado a católicos y ciudadanos en general, hiciera
hincapié en la sentencia que sin duda a él le sirve de guía: la caridad
bien entendida comienza por uno mismo; la versión católica de la universal Ley del Embudo.
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