Es un tópico recurrente
utilizado a menudo por los defensores de lo políticamente correcto -es decir, del bipartidismo-
en éste país, utilizar las elecciones que
ganó Hitler en 1932 para descalificar a grupos políticos que cuestionan
el bipartidismo y tacharlos de populistas, cuando no de radicales,
extremistas y antisistema.
Hace ya la friolera de diez años envié a El País una Carta al Director -que
fué publicada- para desmentir esa misma tesis, defendida por el entonces
alcalde de Toledo José Manuel Molina, del PP. Como parece que por parte de algunos se persiste en el error, me veo obligado -prometo que no por narcisismo- a citarme a mí mismo:
"En
las últimas elecciones con garantías democráticas celebradas en
Alemania, en noviembre de 1932, el Partido Nacionalsocialista de Hitler
obtuvo poco más del 37% de los votos. La suma de los votos socialistas y
comunistas era superior, y aun así, debido a la ausencia de una alianza
estratégica de la izquierda, Hitler formó Gobierno con él mismo como
canciller, pero sólo dos ministros nazis. Con habilidad, y siguiendo la
táctica predeterminada de romper el Estado democrático desde dentro,
manipulando sin ningún reparo el poder y sus recursos legales e ilegales
-como el incendio del Reichstag, cargado a los comunistas y que más
tarde se demostró de autoría nazi-, convocó unas nuevas elecciones en
marzo de 1933, en las cuales consiguió un 44%, lo cual tampoco le daba
la mayoría absoluta pretendida. Así, mediante decreto presidencial,
ilegalizó al partido socialista alemán, el SPD, con lo cual ya sí
disponía de la mayoría que le permitió, a corto plazo, disolver
"legalmente" el propio Estado democrático en Alemania."
La interpretación de éstos hechos históricos no ha variado en los últimos diez años.
http://elpais.com/diario/2004/03/11/opinion/1078959605_850215.html