Carlos Fabra manifestaba recientemente que Francisco Camps seguía teniendo "toda su confianza" y que la apertura de juicio no implicaba "nada". Si lo sabrá él, experto en aplazar y dilatar juicios hasta la prescripción de acusaciones tales como cohecho, tráfico de influencias, negociaciones ilícitas, delitos contra la Administración Pública y fraude fiscal -un total de nueve delitos, casi tantos como las veces que le ha tocado la lotería-, y a pesar de ello postulado recientemente como "político ejemplar" por Mariano Rajoy. El mismo Mariano Rajoy que también hace muy poco le aseguraba a Camps: "Yo creo en ti. Y estaré detrás de ti, delante o al lado, me da igual". Pero no era igual, aunque lo dijera: desde detrás y no muy cerca, al consabido estilo Rajoy, le ha propinado una -¿misericordiosa?- puntilla, al tiempo que Camps, moribundo, ofrecía su "sacrificio personal y político" por España. Que le faltó rematar con aquello de "España y yo somos así, señora", para que todos pudiéramos carcajearnos a placer. En diferido, eso sí.
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