Según Rubalcaba "tenemos el mejor sistema para formar funcionarios, pero no emprendedores". Si esto fuera así sería una verdadera lástima, iríamos con un retraso histórico de más de un siglo. Además de que -no sé si por hipersensibilidad adquirida- parece que siempre que se contrapone la figura de un funcionario a algo o a alguien, surge el estereotipo del funcionario gris y fundamentalmente vago, es que tampoco creo que sea verdad que tengamos un sistema orientado a la formación de funcionarios. Y si lo tuviéramos sería de efectos irrelevantes: hace ya años que las administraciones públicas no se dedican a servir de núcleo central y soporte de las aquí prácticamente inexistentes políticas de Estado si no fundamentalmente a la persecución de objetivos políticos -es decir, a corto plazo- para lo cual la contratación y externalización de servicios ha venido en convertirse en la tónica general ya que permite obviar la costosa formación continua de los funcionarios en un mundo de tecnologías en perpetua evolución. En ese esquema, el funcionario -con suerte y sólo a partir de un nivel medio-alto- es mero coordinador de la consecución -del intento, en la mayoría de las ocasiones- de esos objetivos políticos que son cambiantes a corto plazo y cuya realización se encomienda a los servicios de empresas.
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