miércoles, 26 de septiembre de 2018

El máster más frecuente

Así pues, el señor Valls, cuyo lanzamiento en paracaídas está previsto próximamente en plena Rambla de Barcelona -sin que, al perecer, se sepa aún a que ejército pertenece o si es un espontáneo (4ª acepción RAE); estoy esperando que alguien me ilumine al respecto- va actualizando su currículo a sus posibles electores asegurando: no voy a presentar másters. Cuando no tienes, mejor no presentarlos. Mi máster es el de la vida. Es el máster de la vida y de la experiencia; que tampoco me parece una gran revelación que alguien asegure que si no tienes un máster lo mejor es no presentarlo -sobre todo viendo como está últimamente el patio español al respecto- y lo segundo me suena a viejo tópico, algo muy usado por aquellos triunfadores que carecían de estudios universitarios (cuando no sólo los masters sino los estudios universitarios eran más respetados y estaban más cotizados).
Por el camino, ha continuado dando datos (ignoro su precisión y veracidad) sobre sí mismo -se diría que aunque nacido en Barcelona hace 56 años, allí no le conocen mucho- afirmando que su madre y su hermana tienen pensiones de 500 ó 600 euros mensuales (para que se hagan una idea aproximada de lo socialmente sensibilizado que él puede llegar a estar) y continuar asegurando que va a seguir residiendo en París, sí, pero en  la calle de ese nombre en Barcelona (seguro que le ha costado prepararse el chiste) para finalizar con una ¿reflexión?: es extraño que gente progresista, que dice quiere acoger a todo el mundo, no se felicite de que alguien que ha nacido aquí, que ha sido ministro, no pueda como barcelonés ser candidato aquí. Desde luego es extraño, sobre todo si se ha sido ministro xenófobo (que ese máster parece que sí lo tiene). Aunque también puede que sea prevención y seny barcelonés el desconfiar de alguien que tras 37 años de militancia socialista abandonó su partido para incorporarse al invento social-liberal de Macron La Republica en Marcha, al no prosperar su candidatura a la presidencia de Francia por el Partido Socialista y tras dos años como primer ministro de ese país (período durante el cual llevó a cabo las acostumbradas políticas neoliberales que suelen llevar a cabo los socialistas cuando ocupan el gobierno; truco que parece querer reeditar desde el Ayuntamiento de Barcelona).
En resumen, y volviendo al principio: ese máster del que presume el señor Valls acabamos teniéndolo todos mientras dura nuestro breve tránsito por esta vida; aunque también es cierto que a unos les aprovecha más que a otros. Él no parece ser de los que más hayan aprendido; o sea, que tiene posibilidades de llegar.

¿Clase media?

Desde luego, cada persona es libre de denominar la realidad a su antojo, el único inconveniente práctico al uso de esta posibilidad es la dificultad de que no se le entienda si esos nombres no coinciden con el significado habitual: esa es la gran ventaja de usar un idioma común. Así, cuando a raíz de la noticia de la supuesta subida del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) para rentas superiores a 140.ooo euros anuales, representantes políticos de Ciudadanos nos informan de que en éste país existe una clase media trabajadora que gana 10.000 euros al mes (140.000 euros al año) muchos nos hemos quedado sin saber a quién se refería, qué clase sería esa. 
De siempre he considerado que la clase media fué una leyenda urbana propiciada y propagada por el capitalismo para contrarrestar la existencia de una alternativa a su propio sistema en los países comunistas: nunca pasó de ser una ilusión (y en Ciudadanos son muy de ilusionar) dejar de ser proletario para pasar a pertenecer a una clase intermedia mediante el acceso limitado a bienes y servicios de forma que se mantuviera esa ilusión.  Últimamente, la desaparición de esa supuesta alternativa socialista ha propiciado que el capitalismo prescinda incluso de esa ilusión por innecesaria  y ha mostrando su verdadera cara, ésto es, su voracidad ilimitada y arrasadora, profundizando, sin necesidad de guardar ni las apariencias, en las denominadas políticas neoliberales (otro eufemismo al que ya nos hemos hecho), lo cual ha tenido como consecuencia una incidencia directa en la distribución de la renta: es admitido por todos -a la vista de las cifras- que en éste país han aumentado en los últimos años los ricos, pero mucho más los pobres, lo cual significa que los que estaban entre ambos niveles extremos de renta -llamémosle clase media para entendernos- inevitablemente han debido disminuir.
Pero es que basta con consultar las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) para comprobar que, en este país, las personas que en 2015 ganaban más de 5.000 euros mensuales suponían un 2,6 % de la población (los que ganaban más de 10.000 euros mensuales serían menos, evidentemente) y que la renta media por persona y año en 2017 fué de 11.074 euros; ¿no será ésta, -y no su exacerbado neoliberalismo (de alguna clase, aunque media no parece)- la causa de que Begoña Villacís haya citado mal este último dato confundiendo la renta anual con la renta mensual?

viernes, 21 de septiembre de 2018

Los límites de la corrupción

Cuando hablamos de corrupción -con base en la política, en los políticos- creo que todos tendemos a pensar que se trata de dinero, de mucho dinero, pero sólo de apropiarse de dinero por cualquier método, preferentemente ilegal. Pero está claro que para el delito, para los delicuentes, una vez traspasados los límites de lo legal es difícil que se sometan a otros basados en la propia moral, que suele ser lo primero que se saltan, casi sin pensar. Y es que conseguir apropiarse de lo ajeno -mejor si es en grandes cantidades, como ocurre con lo público-  lleva inventado ya mucho tiempo, y casi siempre va de la mano y auxiliado de cualquier procedimiento concurrente -evidentemente también ilegal o amoral, que son los más efectivos a esos efectos- necesario para conseguirlo y llegados aquí, efectivamente, desaparecen los límites: amenazas, extorsión, violencia moral, violencia física y, en último término, asesinato. 
No es ninguna exageración; últimamente han trascendido detalles (*) de esa corrupción y sus métodos en el nivel inferior de la Administración del Estado, los Ayuntamientos, pero no es ninguna novedad, a ese u otros niveles ¿quien no recuerda casos de relevantes figuras públicas desparecidas repentinamente,  fallecidas en extrañas circunstancias o, incluso, asesinadas sin que las razones del supuesto asesino quedaran nada claras? Que todos esos casos semejen guiones de películas de la mafia y comportamientos propios de mafiosos no es casualidad; son las características propias de una corrupción arraigada en lo esencial del cuerpo social;  Manuel Azaña ya advertía que debía ser uno de los principales puntos que la República debería adoptar como prioritario y esencial: la lucha contra una corrupción extensiva e infiltrada todos los estamentos dirigentes, que impiden que las políticas al servicio del bien público puedan concretarse realmente.
La corrupción -al igual que el capitalismo, con el que tampoco es casualidad que suela colaborar- y debido a su propia naturaleza no conoce límites; de no existir la capacidad de imponérselos -erradicarla supongo que debe ser imposible- se apodera del cuerpo social y parasita sus instituciones manteniéndolo aparentemente vivo, pero sólo en tanto sirva a sus intereses. Como un Alien. No querer verlo es consentirlo y colaborar con ella para, como mucho, posponer las inevitables consecuencias.
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(*)...y no nos engañemos, la dimisión del concejal de Torrelodones grabado en plena extorsión no significa que desde el PP se combata radicalmente la corrupción, sólo se ha castigado a un inhábil (con independencia de lo contemplado en el Artículo 423 del vigente Código Penal): en este país lo que realmente constituye delito no es propiamente delinquir, sino ser un torpe y que te pillen en ello.

Lo contrario a la excelencia

Siendo la excelencia una valor tan de moda -sobre el papel- ¿como es que el concepto se vacía de contenido para quedarse únicamente en el tratamiento reconocido a ciertos cargos (que frecuentemente no merecen) y como mero título formal? ¿cómo es que la mayoría de  los dirigentes de la clase política actual son justamente la antítesis de la excelencia: una auténtica representación de la mediocridad? ¿alguien de verdad cree que una gran corporación o empresa multinacional colocaría como directivos o responsables a Pablo Casado, Mariano Rajoy, Jose María Aznar, Felipe González, Esperanza Aguirre, Ignacio González, Angel Garrido, Susana Díaz, Pedro Sánchez ó Albert Rivera? Es cierto que muchos de ellos han acabado o acabarán como consejeros en esas multinacionales o empresas, pero en la mente de todos está en calidad de qué y porqué; un ejemplo: la multinacional Volkswagen resultó condenada a pagar fuertes multas e indemnizaciones a causa del fraude de los motores diesel del que se la considera responsable; eso ocurrió en numerosos países pero no en España ¿por qué?; quizá ayude a comprenderlo el hecho de que el responsable del Ministerio de Industria, José Manuel Soria, que debería haber aplicado esas multas y sanciones a Volkswagen en España (no hacerlo le costó a España un expediente  desde las instituciones europeas) es hoy miembro del consejo de administración de Volkswagen. Y seguramente no por los consejos que pueda administrar.
Así pues, podemos suponer que esos mediocres están ahí porque sirven a los intereses del gran capital, pero ¿como es posible que hayan llegado un nivel desde el que son capaces de dirigir nuestras vidas e intereses? De las diez estrategias de manipulación mediática  enumeradas y explicadas por Chomsky, hay dos que puede que ayuden a entenderlo ya que tratan, precisamente, de la mediocridad:
 
7) Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver "Armas silenciosas para guerras tranquilas").
 
8) Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto... 
 
Ambas pueden parecer sencillas, incluso infantiles, pero basta con observar con algo de atención la realidad  tal y como nos llega a través de los medios de comunicación para comprobar su efectividad. Todo es más sencillo cuando te lo explica alguien que sabe.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

En el guiñol

Cada vez estoy más convencido de que existen intereses poderosos -y ocultos- que pretenden entretenernos -desde un punto de vista político- con temas-pantalla (o temas-humo) que oculten lo que debería ser el centro permanente de nuestra atención, a saber: la reversión de las políticas sociales de éstos últimos años en cuanto a pensiones, sanidad, educación, etc. y su concreción en  los Presupuestos del Estado y, por otra parte, la necesaria elaboración estratégica de un modelo viable de crecimiento económico que incluya los correspondientes planes energéticos, de sostenibilidad medioambiental, de I+D+i y de formación y educación (con éstas últimas consideradas no sólo como factor económico, sino como fundamentales para la realización personal e individual; intelectualmente somos lo que aprendemos, al igual que físicamente somos lo que comemos).
En cambio, comprobamos a diario que todos los esfuerzos de los medios, ya sean oficiales o no,  se dedican a consumir nuestro tiempo social debatiendo importantísimos temas tales como dilucidar si hay que exhumar los restos de un dictador -que no por necesario y ejemplarizante es más urgente que la exhumación de los restos de más de 100.000 españoles que llevan tres cuartos de siglo malenterrados en cunetas tras ser asesinados- la forma de hacerlo y el destino que ha de darse al monumento funerario donde ahora se encuentran; el grado de falsedad del curriculum académico de nuestros dirigentes políticos y las distintas variantes de fraude existentes; la forzada comparecencia y manifesto desprecio a la institución que le obliga a ello -y, por consiguiente, al concepto mismo de democracia- de algún pretérito presidente de gobierno de ominosa memoria y el recordatorio de cuan equivocadas -para el conjunto de la ciudadanía- fueron sus políticas y cuanta es la arrogancia que puede llegar a demostrar en la negación de ello -casi insinuando que sólo es responsable de sus actos de gobierno ante la divinidad, como los reyes de otras épocas- y en la negación de verdades conocidas por todos; incluso yo diría que los mencionados intereses poderosos y ocultos están detrás y muy cerca, casi a distancia de soplido, avivando el fuego de antiguos conflictos nunca resueltos, como es el caso de Cataluña.
Podríamos con fundamento suponer que, como diría Gila, alguien está manejando a alguien para que se distraiga y pierda de vista el verdadero objetivo: el logro de los avances sociales que permitan el necesario y posible progreso colectivo que permanentemente es impedido por la existencia de los privilegios de una exigua minoría de plutócratas y explotadores de la sociedad en su propio beneficio (mediante sus acólitos y servidores, convenientemente colocados de forma previa en puestos clave); tengo la impresión de ser una más entre los millones de marionetas colgadas de hilos invisibles en este gigantesco guiñol en el que, de cuando en cuando, nos asustan con algún oportuno lobo (otra marioneta). Para entretenernos y desviarnos de lo fundamental, ya digo.