sábado, 23 de diciembre de 2023

Prim y Carrero

No es casual que muchos magnicidios (*) queden sin resolver realmente: los intereses que los propiciaron siguen actuando con posterioridad al magnicidio hasta lograr que queden en el terreno de lo nebuloso y opinable; en un breve repaso podemos recordar en EE.UU. tanto el de Abraham Lincoln (1.865) como el de John F. Kennedy (1.963), concurriendo en ambos objeto tal cúmulo de circunstancias extrañas que hacen sospechar -sin ser necesidad de ser conspiranoico- de una conspiración que va más allá de la certificación de los autores materiales (o ni tan siquiera eso, en el caso de Kennedy, por no hablar del caso de su hermano, Bob Kennedy). Siempre es muy útil aplicar la norma general Cui bono Cui prodest) tan usada en criminalística para orientar cualquier investigación con deseo real de hallar la verdad en estos casos; una que podría suponerse como dificultad suele convertirse en factor clarificador: la concomitancia de intereses diversos, unidos todos ellos en el interés común de hacer desaparecer al magniciado. Otro magnicidio en EE.UU. generalmente menos recordado es el del presidente McKinley, en 1.901 y a manos del supuesto anarquista Leon Czolgosz cuyos dos disparos a quemarropa no lo mataron de forma inmediata, si no al cabo de varios días, se supone que de septicemia derivada de las heridas.

Aquí en España, podemos recordar los casos de Prim y Carrero que sin ser figuras que pudieran ser utilizadas en una reedición de las Vidas Paralelas de Plutarco, sí que están unidas por una serie de detalles, coincidencias y curiosidades cronológicas:

1) Ambos eran militares fungiendo como políticos; desde luego partiendo de perspectivas claramente opuestas tanto relativamente -en relación a su época- como en términos absolutos; Prim un liberal -con el significado de esa palabra en el siglo XIX en España- y Carrero un conservador tridentino y declaradamente antimarxista y antiliberal en pleno siglo XX.

2) El atentado que les costó la vida ocurrió con un decalaje casi exacto de un siglo (1.870 y 1.973) y en el mismo mes, Diciembre (el 27 Prim y el 20 Carrero). Prim no murió inmediatamente producto de los disparos de trabuco utilizados por el grupo que asaltó su carruaje y es muy probable que muriera de infección o septicemia (al igual que Heydrich en 1.942), lo cual ocurrió tres días después de atentado; es de suponer que la muerte de Carrero fuera inmediata tras una explosión que lanzó su vehículo por encima de la altura de las viviendas de la Calle Claudio Coello, donde se provocó la explosión. Ambos sufrieron el atentado mientras se desplazaban en su vehículo (lo mismo que en el caso de Heydrich).

3)...y sí, tal y como exponía al principio, aunque investigaciones oficiales señalaron en ambos casos a los autores materiales (claramente a ETA en el caso de Carrero), muy poco se ha llegado a saber de los inductores, interesados y autores intelectuales, cuya presencia es general en todos los casos.

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(*) Consultar El vicio español del magnicidio de Francisco Pérez Abellán.

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