sábado, 30 de diciembre de 2023

Agr-

Cuando decimos que la cara es el espejo del alma, lo que estamos queriendo decir es que ante la necesidad de categorizar y/o valorar a nuestros semejantes desconocidos, a todos aquellos con quienes a diario nos cruzamos -la inmensa mayoría- de un golpe de vista, todos recurrimos de forma instintiva a la impresión que nos produce su rostro (los ciegos, forzosamente, han de recurrir a escuchar su voz). Y en esa fase pre-cognosciente, hay dos impresiones contrapuestas que constituyen una primera clasificación elemental (positiva/negativa) cuyas palabras descriptivas curiosamente comienzan ambas por agr- : agradable y agresiva. Hay que mencionar que esas impresiones no tienen que ver con la belleza; hay personas, bellas o lo contrario, que igualmente pueden resultar ser en ambos casos agradables o agresivas. Y que, en realidad, ambas son el resultado de nuestra atávica forma primigenia de relación social al dividir a nuestros semejantes en amigos o enemigos.

Por poner algún ejemplo (cada uno decidirá de qué): Iñaki Gabilondo o Rosa María Mateo y María Concepción (Cuca) Gamarra o Carlos García Adanero; y no es casual que -aparte de pertenecer a entornos sociales distintos- los primeros son o hayan sido personajes reconocidos en el mundo de la comunicación y el diálogo y los segundos en el de la incomunicación y el enfrentamiento político (acción-reacción). Aunque también está claro que lo primero puede no ser suficiente y el conocimiento posterior te lo afina y lo segundo gozar del aprecio del resto de agresivos y/o intolerantes. De todo tiene que haber en la viña del Señor, vamos, que hay de tó.


 

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