Por ejemplo, si nos fijamos en este país, podemos ver que las semejanzas de su situación política actual con la de hace exactamente un siglo son algo más que casuales: estamos a final de una etapa (1975- ) conformada por una segunda restauración borbónica que parece calcada de la primera (1874-1931). Aquella se basaba en una aparente democracia representada por dos partidos supuestamente representantes de la izquierda y la derecha: liberales y conservadores; el mismo papel reservado a PSOE y PP en la actual. Y es sabido que éstos vivían felices en su turnismo; tanto que a ambos se les trasluce el deseo perpetuo de volver a tiempos tan gustosos para ellos.
No pudo el PSOE, tras dos elecciones consecutivas en 2019 volver a esos tiempos felices y hubo de formar un gobierno de coalición con Unidas Podemos pero, a la que puede -querer siempre quiere- intenta volver a ellos o, en su defecto, a una geometría variable que le permitiera perpetuar el bipartidismo aún en su forma imperfecta (o sea, coexistiendo con más partidos). No de otra forma puede leerse el actual deseo del PSOE de lograr el acuerdo con partidos de la derecha para llevar a cabo sus políticas en contra de los deseos e intereses de sus actuales socios de gobierno. Pero no se puede estar en misa y repicando: o bien socios de gobierno para acordar y cumplir un programa que cubra objetivos comunes o bien geometría variable para pactar bilateral y alternativamente con unos y otros.
Iba yo a tener razón cuando dije aquello de que contra la querencia no vale la ciencia (Querencia: inclinación o tendencia de las personas y de ciertos animales a volver al sitio en que se han criado o tienen costumbre de acudir).
Sólo recordar que si esta Restauración 2.0 sigue la cronología de la primera con un siglo exacto de demora, para 2023 tendremos dictadura y para 2031 República. Que no sé si desear o temer tanta exactitud.
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