viernes, 6 de marzo de 2020

Esos detalles diabólicos

Sí, es una frase hecha: el diablo está en los detalles, pero es una frase hecha de la que no comprendo muy bien el significado: ¿se supone que el diablo nos va dejando pistas en detalles aparentemente intrascendentes para que lleguemos así, sin querer, a lo importante o, simplemente, que el diablo se apodera de nuestra alma mediante pequeños e insignificantes pasos de los que ni siquiera somos conscientes, dada su aparente irrelevancia? A saber. Ya afirma otro dicho que más sabe el diablo por viejo que por diablo, así es que, puesto que claramente los humanos no podemos competir en edad con el diablo, lo inteligente es darse por vencido y admitir que no sabemos qué demonios -valga la redundancia- pretende el diablo al manejar los detalles, pero es cierto que, a veces,  parece divertirse con ellos (o en ellos).
Resulta ser que Corinna Larsen (denominación, desde luego, mucho más plebeya que  Corinna zu Sayn-Wittgenstein, como antes era conocida; parece que no tenía el copyright de un apellido tan aristocrático y molón) guardaba -y parece que aún guarda- entre los contactos en su teléfono móvil a un tal John Smith, a modo de un  John Doe, tal como lo usan en USA para referirse a un desconocido o que pretende su anominato: digamos un Juan Nadie. Pues bien, también resulta ser que éste Juan Nadie encubre la personalidad del rey emérito y ex-Jefe  del Estado Español, Juan Carlos I -no sabemos si él mismo se lo sugirió pensando en su nombre real, quiero decir, con el que le bautizaron o por ser lo más cercano a Juanito, como lo llaman sus más cercanos para diferenciarlo de su padre, Juan de Borbón- y ese alias era utilizado como primitivo sistema de seguridad por Corinna Larsen para comunicarse con él vía SMS. Parece ser, prosiguiendo con éstos detalles (que serían, junto con otros, lo suficientemente chuscos como para constituir material de comedia si ello fuera compatible con ser, ante todo, sangrantes, desde el punto de visa de la moralidad exigible a un Jefe del Estado español) que el rey emérito obsequió con  65 millones de euros  como muestra de cariño a Carolina Larsen, parte, a su vez, de otra muestra de cariño -pero  con todo el aspecto de mordida de comisionista- consistente en 100 millones de dólares que Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón recibió del entorno de uno de sus primos árabes, el rey de Arabia Saudí, Abdullah bin Adbul Aziz Al Saud, en una cuenta del banco suizo Mirabaud en Ginebra.
En fin, que el primer detalle que quería resaltar es que Juan Carlos I haya sido identificado como John Smith por Corina Larsen y el segundo detalle -no menos diabólico, aunque pocos han reparado en él- es que Juan Carlos I se apellida Borbón y Borbón. Y esa reiteración debe, forzosamente, tener algún significado, a la vista de los antecendentes históricos de los representantes de esa dinastía en la historia de España. 
Hay más detalles, sí; algunos no tan chuscos (por ejemplo, las supuestas amenazas trasladadas por parte de los servicios de seguridad del Estado español a Corinna Larsen tras la ruptura sentimental -que no sea por falta de eufemismos- de ésta con Juan Carlos I, en 2012), pero tampoco tan diabólicos. Efectivamente, parece que el diablo está en los detalles. Y cuanto más aparentemente irrelevantes, más se divierte el diablo.

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