miércoles, 20 de febrero de 2019

Tahúres

La sonrisa algo tahurina -de tahúr, no de aficionado a la tauromaquia- de Pedro Sánchez en la portada de su libro Manual de resistencia, me sirve para enmarcar algunos de sus contenidos -que conozco por referencias, no creo correr el peligro de comprarlo- y comentar algunas de sus confesiones políticas.
Así, cuando menciona los cambios en su relación con Albert Rivera pasando de su fluída relación al principio -llegaron a ser pareja de hecho no hace tanto, firmando ambos al pie del documento que lo atestigua- a definirle actualmente como no fiable, acusándolo de intoxicar a los medios y de derechizarse (parece no haberse dado cuenta, aún, de que Albert Rivera y su partido serán lo que hayan de ser para poder estar); vamos, que fué más tahur que él mismo y lo engañó.
Porque esa parecen creer muchos políticos que es su función y cometido: el engaño perpetuo, primero, directamente a los votantes y electores y luego -si es posible- a otros políticos en competencia por el mercado del voto; vamos, un juego de tahúres. Recuerdo perfectamente a Alfonso Guerra -el impostor perfectamente retratado por Jorge Semprún en Federico Sánchez se despide de ustedes- empleando la expresión de tahúr del Mississipi para referirse a Adolfo Suárez; parece ser que en su día también constató que él mismo -muñidor oficial de contubernios- podía ser engañado por alguien aún más tahúr que él; tenía que ser del Mississipi, por lo menos (y con el equipamiento completo: chaleco y reloj), aunque tampoco me sorprendería que el señor Guerra anduviera ahora promoviendo la beatificación de Suárez: los tahúres son como los camaleones. Asimismo, tampoco Stalin daba crédito a lo que estaba sucediendo cuando Hitler comenzó a invadir la Unión Soviética en Junio de 1941: éste le había engañado con el Pacto firmado sólo dos años antes, a él, que seguramente se consideraba a sí mismo un taimado mentiroso profesional desde sus tiempos de revolucionario y, a la vez, informador de la policía secreta zarista.
Y es que la delgada línea que separa a alguien habilidoso en el juego de un tramposo es tan, tan delgada, que muchos no se percatan de cuando la traspasan; especialmente los políticos al uso, tal y como los conocemos.
Curiosamente la palabra tahúr procede de la palabra árabe takfur, que a su vez, deriva de la palabra armenia tagevor, de lo que podemos deducir que a los cruzados -cándidos francos, como indica la palabra- habitualmente se la daban con queso los árabes, que, a su vez, habían aprendido tales habilidades orientales de los armenios
Curiosamente también, en la foto adjunta, el libro de Pedro Sánchez está al lado de una novela titulada Una familia decente; yo no creo en las casualidades.

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