El líder de Vox, Santiago Abascal -ese chico lleno de cualidades, al decir de Aznar- se declara sabedor de que no tiene el Estado en la cabeza pero cree que lo compensa suficientemente con tener a España en el corazón: todo un proyecto político para el país, según ha asegurado también.
Es cierto que un Estado -incluso pequeño- cabe en pocas cabezas -incluso las grandes- que yo recuerde, así de memoria, sólo en las de Luis XIV y Manuel Fraga (y aún eso, tratándose fundamentalmente de la opinión que ambos seguramente tenían de sí mismos), pero declarar que no se utiliza la cabeza sino el corazón para decidir lo que es mejor para el país es algo que debería preocupar bastante a los destinatarios de tal confesión.
De diez cabezas, nueve embisten
y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea
dejó escrito Antonio Machado en Proverbios y Cantares, demostrando conocer perfectamente a sus paisanos; entiendo que una vez decidido por el señor Abascal destinar su hipertrofiado corazón (Demasiado corazón, cantaría Willy De Ville) a contener España, la cabeza la destinará a lo que Machado creía que la destinaban la mayoría de los españoles, emulando a los toros (que, no por casualidad, Vox pretende impulsar una ley de protección de la tauromaquia, como parte del patrimonio cultural español). De momento, el señor Abascal ya presume de los resultados de su embestida: espantar a las fuerzas enemigas de la unidad y la libertad de los españoles. Yo supongo que tendría que reconocer que hay ocasiones en que ambas cosas, unidad y libertad, pueden no coincidir. Aunque, claro está, para ello habría que utilizar la cabeza no sólo para embestir.
Y ya que he recordado a Machado y hablado de corazones, prefiero concluir con sus últimos versos, hermosos, magníficos, a poco de que una de las dos Españas helara definitivamente su corazón, en Collioure (Francia), tal día como hoy, un 22 de Febrero de hace 80 años:
Estos días azules y este sol de la infancia...
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