lunes, 18 de febrero de 2019

Era un decir

El recién nombrado consejero de Economía de la Junta de Andalucía, Rogelio Velasco (perteneciente a Ciudadanos), no ha tardado tiempo en mostrar cual es la realidad del programa económico del gobierno al que pertenece; casi simultáneamente ha expresado su receta para acabar con el desempleo de larga duración en Andalucía: que los desempleados abandonen sus localidades por zonas costeras o capitales con mayor tasa de empleabilidad, en otras palabras, que emigren allí adonde haya trabajo (sabio consejo, se nota que don Rogelio tiene estudios), para, a continuación -por si no se había entendido bien- informar a los andaluces de que la promesa expresada por el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla en su campaña electoral, respecto a la creación de 600.000 puestos de trabajo durante la legislatura que comienza, era puramente propaganda destinada a rellenar discursos, pero sin mayor contenido; sin ninguno, para ser exactos; según el consejero Como tiremos de hemeroteca y pongamos con letras mayúsculas lo que todos los líderes o futuros ministros de Economía han prometido durante campaña electoral, le aseguro que no quedaría ni uno sano, ni uno solo… eso es un lenguaje, una forma de expresarse durante una campaña electoral;  vamos, que se trataba de un calentón verbal, una manera de hablar, un decir...lo cierto es que en el texto del discurso de investidura de Juan Manuel Moreno Bonilla como presidente de la Junta de Andalucía sólo una vez se menciona la palabra trabajo, al lado de la palabra turismo; se vé que es asunto ya resuelto por una feliz concatenación de sol, playas y camareros. Aunque 600.ooo camareros puede que resulten excesivos camareros; mejor 300.000 camareros y 300.000 kellys.
Y esto continuará ad aeternum mientras las manifestaciones, afirmaciones y promesas de los políticos en cualquier ámbito -incluídas las campañas electorales- no tengan carácter de contrato bilateral vinculante, entre cada votante y la persona elegida -directa o indirectamente- para el desempeño de un cargo público; algo que es, evidentemente, de primera necesidad para que la democracia tuviera algún valor real. Todo lo demás son ganas de autoengañarse (como votante, me refiero).

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