Así pues, Inés Arrimadas, no apoyará la huega del próximo 8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora, porque -según ella- está pensada para luchar contra el machismo, pero también contra el capitalismo; está claro que para ella hasta ahí podía llegar la broma; pase hacer cuerpo -con los reparos que eso le debe dar- con mujeres progresistas para aparentar que combate el machismo (que eso parece no tener condraindicaciones políticas inmediatas), pero a mi capitalismo que no me lo toquen, parece querer decir; de hecho, es lo que ha dicho.
Para ella debe ser irrelevante que una de las clases humanas que más sufren las desigualdades que propicia el capitalismo sea -junto con la de las razas inferiores, la de los pobres, la de los ignorantes, etc.- la de las mujeres, a la que impone -directa o indirectamente- un rol subordinado a una omnipotestad patriarcal autocontenida y escalonada; puesto que para el capitalismo no hay límite de pertenencia a más de una de éstas sufrientes clases que conforman la base de la pirámide social, se puede ser simultáneamente mujer, negra (o asiática, o sudamericana), pobre e ignorante, que todo está organizado del tal modo que siempre habrá de ser sometida y controlada -en mayor o menor medida- por un hombre de su propia escala, es decir, por un hombre, negro (o etc.), pobre e ignorante, para que todo quede según el sacrosanto capitalismo ha previsto; es evidente que el machismo es un ingrediente más del cóctel capitalista que se procura que todos bebamos para hacer realidad el plan de una humanidad convenientemente escalonada, con el becerro de oro coronándolo todo; dicho de otro modo: el machismo no es más que una herramienta -auxiliar, pero necesaria- del capitalismo. Y es por eso realmente por lo que la señora Arrimadas -aunque quizá ni ella sea consciente- no apoyará la huelga de mañana: no sólo es que defienda al capitalismo, es que su antimachismo es de cartón, mera pose oportunista. Al igual, por otra parte, que la mayoría del ideario -quizá sea una palabra algo ampulosa para definirlo- de Ciudadanos, que cada vez me recuerda más al Partido Radical de Lerroux en los años 30 del siglo pasado.
Concretamente, a Inés Arrimadas le quitan su perorata monocorde contra el procés en Cataluña y se queda en lo que es: nada.
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